"Unidos en Cristo para Evangelizar"
09 de Junio de 2017
Vida de santos: Santo Tomás Moro
 


Este año se cumplen 500 años desde la publicación de “Utopía”, un libro reconocido a nivel mundial que ha trascendido las fronteras del espacio y del tiempo


 “Tal es el legado que este sabio humanista nos dejó hace ahora 500 años. A través de su mirada oblicua, nos ofreció una poderosa enseñanza que iba más allá de la descripción de una sociedad aparentemente idílica: que nuestros esfuerzos no deben orientarse a imaginar mundos perfectos sino en determinar las raíces de nuestros problemas y hallar los medios reales y precisos para mejorar nuestra existencia. Moro nos invita a ser inconformistas y tenaces, pero siempre desde la solidaridad, porque los males que nos afectan son universales y todos fuimos, somos y seremos sus potenciales damnificados”.


Cada ser humano de este mundo lleva consigo la carga de algún dolor. Cada ser humano de este mundo lleva consigo una cruz. Algunos la toman con repugnancia y no dejan de clamar al cielo piedad, y sienten que son los más humillados. Otros intentan huir de todo lo que sea doloroso o dificultoso, pero mientras más corren, más desesperados se sienten porque ven que no se han podido quitar de encima el dolor. “Dios nos creó para ser felices” y con ese pensamiento muchos niegan la realidad del dolor. Son muy pocos, muy pocos los que abrazan su cruz, y la llevan como si no pesara nada, como un estandarte de fe y redención (a imitación perfecta de Cristo). Algunos lloran por los rincones por su desdicha. Son muy pocos los que son capaces de alzar la vista y darse cuenta que cada uno lleva su dolor… pocos son capaces de no menospreciar el dolor ajeno. 


Los seres humanos tenemos muchas diferencias, pero somos iguales en capacidad de sufrir y en capacidad de ser caritativos con los que vemos sufriendo. La familia debe ser la primera escuela de la empatía, que es lo que nos lleva a ser capaces de ponernos en el lugar del otro y aceptar que no somos los únicos que sufrimos (ni tampoco somos los que sufrimos más).  Y así, casi sin darnos cuenta, podemos convertirnos en instrumentos de la Misericordia de Dios: siendo empáticos, siendo caritativos, dejando de lado el orgullo, sirviendo a los más necesitados. En pocas palabras: sirviendo a los demás, sin esperar recompensa. Y así, uniendo nuestro dolor al de otro vamos encontrando el camino de la Misericordia de Dios y también la alegría y la paz tan anheladas.

 






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