"Unidos en Cristo para Evangelizar"
12 de Junio de 2020
La pandemia y el taller de carpintería
 


EDITORIAL PARROQUIAL

La pandemia es un momento especial para vivir nuestra vocación cristiana, con especial atención en las virtudes que necesitamos para convivir en este estado de confinamiento, que claramente se vislumbra de largo alcance. Una de ellas es la amabilidad, que supone desplegar una actitud afable hacia el prójimo, soportando los defectos de los que me rodean. Son elocuentes para nuestro encierro las palabras de San Pablo a los Colosenses: “Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias” (Col. 3 13-15).

Lo anterior supone actos concretos, como evitar que surjan, innecesariamente, las fricciones. Para tal efecto tenemos que ser conscientes que todos somos distintos, que los temperamentos humanos siempre son diferentes. La comparación con los utensilios de un taller de carpintería nos puede ayudar a examinar nuestro comportamiento con mis compañeros de encierro, con el propósito de mejorar. Algunos son tipo serrucho, por su trato cortante en su forma de contestar, incluso frente a nimiedades. Otros imitan una escofina, por su facilidad para generar fricciones. También hay los de modales suaves, que se parecen a la lima, al lograr con sutileza el acabado final en la madera. Los más complejos claramente son el tipo garlopa que están todo el día cepillando y haciendo rebajes con sus comentarios ácidos y críticas.

Para mejorar nuestra convivencia durante este encierro tenemos que acudir a cultivar la virtud de la paciencia, que nos permite conservar la serenidad en estos momentos difíciles para todos. Como siempre, es el ejemplo de Cristo el único camino que seguir. Él nos precedió en el sufrimiento y supo ser paciente para respetar la voluntad de su Padre.

Sin la paciencia no existe serenidad. En cambio, el que sabe ser paciente transmite a su alrededor la paz que el resto necesita para convivir en el taller de carpintería donde estamos encerrados. Para ser pacientes tenemos que confiar en Dios en todas las circunstancias, incluida la adversidad en que nos encontramos. Nos puede ayudar en esto recordar las sabias y hermosas palabras de Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, / Nada te espante, Todo se pasa, / Dios no se muda, La paciencia / Todo lo alcanza; Quien a Dios tiene / Nada le falta: Sólo Dios basta”.
 

Crodegango






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