"Unidos en Cristo para Evangelizar"
19 de Junio de 2020
Pandemia y preparación olímpica
 


EDITORIAL PARROQUIAL

El encierro obligatorio nos impone severas restricciones a las actividades deportivas y de recreación. Varios han tenido que limitar las rutinas de entrenamiento y suspender la actividad física. Sin embargo, la pandemia puede convertirse en una época inmejorable para ejecutar un plan de mejora espiritual.

A lo largo de la historia de la Iglesia, estas épocas de zozobra son comparables a la que utilizan los atletas de alto rendimiento. Ninguno de ellos llega a la olimpiada sin haber intentado, diariamente, potenciar al máximo sus capacidades y destrezas. Lo mismo ocurre en la vida espiritual. Como lo dice San Pablo: “El atleta no recibe el premio si no lucha de acuerdo con las reglas” (2 Timoteo, 5)

Llevamos mucho tiempo privados de la Eucaristía y ello nos debe causar dolor en el corazón. Se trata de un alejamiento involuntario, que ha sido permitido por Dios seguramente para poder desplegar la mentalidad atlética, que con piadosa preparación nos permita llegar, de la mejor forma, al día que podamos encontrarnos nuevamente con Jesús.

Como todo atleta que sueña con la corona de laureles, las metas eucarísticas que podemos proponernos alcanzar -con la Gracia de Dios- pueden ser varias. Primero. Que nunca más asista a Misa sin ser consciente de su importancia y poniendo el máximo esfuerzo de concentración. Segundo, que el Espíritu Santo me regale el don de comprender que la Eucaristía debe ser el centro alrededor del cual tiene que girar toda mi vida. No podemos olvidar que la Iglesia enseña que la Eucaristía es “fuente y cima de toda la vida cristiana” (Catecismo de la Iglesia Católica, Nos. 1324-1327). Tercero, que debo rezar más para que tengamos muchos y santos sacerdotes.

Dentro de los ejercicios de preparación que pueden ayudar en esto están las comuniones espirituales, que consiste en desear comulgar sacramentalmente, alimentando ese deseo con los mismos afectos y determinaciones con que nos preparamos a hacerlo en la Misa. Para que esto sea fructífero tenemos que hacer un acto de fe en la presencia real de Cristo bajo las especies eucarísticas. Tener el deseo de tomarlo sacramentalmente y unirse en intimidad con Él. Y hacer la petición de alcanzar las mismas gracias que si nos la diera el ministro. Hay varias de ella. Una muy difundida, que puede ayudar es esta:

“Oh, Jesús mío, creo firmemente que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma; pero ya que ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón, y como si te hubiese recibido te abrazo y me uno a Ti; no permitas que me separe de Ti. Amén”.

Crodegango






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