Tweet |
|
El martes 8 de septiembre celebramos la Natividad de Nuestra Señora.
La Tradición nos ha transmitido los nombres de sus padres: Joaquín y Ana.
La fiesta se celebra nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Madre del Hijo de Dios.
En la historia del mundo no se trata de un cumpleaños más; con este nacimiento comienza un conjunto de hechos que cambió la historia de la humanidad. Como lo enseña el Catecismo, “Dios envió a su Hijo” (Ga 4, 4), pero para “formarle un cuerpo” (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a “una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1, 26-27) (CIC 488). Fue esta pequeña criatura la que estaba predestinada para que se cumpliera lo anunciado: “concebirá y parirá un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que quiere decir “Dios con nosotros” (cf. Is 7, 14; Mt 1, 23).
Asimismo, el nacimiento en el seno de una familia nos debe llevar a valorar y defender, siempre, a la “Iglesia Domestica” que conforma cada hogar cristiano. La familia es el lugar querido por Dios para procrear y educar a los hijos. La Virgen Maria, con su nacimiento, anticipa el rol misionero de la familia cristiana. Como lo escribió San Juan Pablo II en Familiaris Consortio, “La familia tiene la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor”. “Esta misión está en el corazón de la “comunidad de vida y amor” que comienza con la pareja casada en el sacramento del matrimonio”.
En palabras del Papa Francisco: “Las familias son la Iglesia doméstica dónde Jesús crece, crece en el amor conyugal, crece en la vida de los hijos. Y por esto el enemigo ataca tanto a la familia: ¡el demonio no la quiere! E intenta destruirla, intenta que el amor no se dé. Las familias son esta Iglesia doméstica”.
Pidamos que aumente nuestra devoción a Santa María, para que siga siendo nuestro consuelo, nuestro auxilio y nuestra esperanza. Nos ponemos bajo su amparo para que nos siga ayudando a seguir a su hijo, Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Crodegango