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Todavía nervioso, el recién ordenado Padre Diego González Ruiz expresó que esta consagración es “un recordatorio del Señor de que Él permanece siempre. En el mundo estamos necesitados de Dios, específicamente de su misericordia. Me gustaría mucho llevar a todos esa misericordia, el perdón, a través del Sacramento de la Reconciliación, de todos los sacramentos y de la Palabra de Dios”.
Por su parte, el padre Benjamín Ossandón Lira señaló que: “Para mí, ser ordenado sacerdote hoy significa unir mi vida a Jesús crucificado que sufre y llama especialmente a los más pequeños del Reino, y a los que están marginados y heridos en el camino. Significa ofrecerle mi pellejo, para que el Pueblo de Dios experimente la cercanía de Jesús, que es misericordia y también para que experimente el poder de su resurrección”.
El arzobispo Celestino Aós, junto a los obispos auxiliares Alberto Lorenzelli y Cristián Roncagliolo, ordenó a los mencionados diáconos como nuevos presbíteros para esta arquidiócesis, en la solemne Eucaristía celebrada en la explanada del Santuario de la Inmaculada Concepción del Cerro San Cristóbal, lejos del lugar tradicional para estos efectos, la Catedral Metropolitana. De esta forma se logró la participación presencial máxima de 50 personas permitida en los espacios abiertos, entre las que estuvieron los familiares más cercanos de los nuevos sacerdotes y con todos los implementos sanitarios.
Poner de pie la alegría y la esperanza
En su homilía, monseñor Celestino Aós se refirió al contexto en que se desarrolla esta ordenación sacerdotal, un tiempo en que se descubren “abusos y aberraciones criminales de algunos presbíteros, y por la conducta de algunos nos desacreditan, nos insultan, nos calumnian”. La violencia, dice, y la corrupción “nos envenena la convivencia… Nosotros estamos llamados a la fe, a encontrar a Jesucristo y la salvación en esto”. También menciona la pandemia: “Nos duelen los enfermos y los fallecidos, y las consecuencias de gente sin trabajo, de necesidad de alimentarse en ollas comunes”.
Después, el pastor invita a los nuevos sacerdotes a que siempre prediquen y practiquen la Palabra de Dios, y que sean “hombres de esa alegría que nace de la humildad y la esperanza. Necesitamos poner de pie la esperanza, la alegría”. También ser “hombres en sintonía y unión con los demás sacerdotes, no para crear un grupo privilegiado, sino para celebrar a Dios y ayudarse: hay hermanos que les necesitan a ustedes”. Por último, los llama a ser “sacerdotes, discípulos y misioneros”, para proclamar que “Jesucristo ha resucitado; Jesucristo es el Señor y Salvador; abridle las puertas de vuestro corazón y vuestra vida. Y mirad siempre a la Viren María”.
Los ritos de esta liturgia
Terminada la homilía y a los pies de la Inmaculada Concepción, se desarrollaron los diversos ritos de la ordenación sacerdotal, como el diálogo del obispo con los candidatos al presbiterado, en el que estos afirman estar dispuestos a desempeñar siempre este ministerio y presidir los sacramentos, para luego prometer, de rodillas, obediencia y respeto al obispo de la arquidiócesis y sus sucesores. Tras ello, monseñor Aós les señala: “Dios, que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la lleve a término”. Enseguida, Diego y Benjamín se postraron totalmente en el piso, como señal de humildad y súplica, mientras se cantaron las Letanías de Todos los Santos. Tras ello, Arzobispo de Santiago impuso las manos sobre sus cabezas, como signo de infusión o entrega del Espíritu Santo, gesto que repitieron los obispos y sacerdotes presentes. Luego siguió la “Oración Consecratoria”, una solemne plegaria por medio de la cual el pastor confiere el orden sacerdotal a los diáconos.
Ya convertidos en presbíteros, ambos fueron revestidos con los ornamentos o vestimentas propios de los sacerdotes, con los cuales celebrarán los sacramentos. Además, recibieron la unción de sus manos con el crisma o aceite sagrado, por ser estas manos las que impartirán la bendición y consagrarán el pan y el vino como Cuerpo y Sangre de Jesucristo. También recibieron el Libro de los Evangelios, para predicar la Palabra de Dios, además de la patena y el cáliz, elementos para contener el pan y el vino consagrados en la misa.
El arzobispo Celestino Aós se dirigió a los presentes y a los más de mil conectados por las redes sociales para decir que “el Señor nos ama pase lo que pase, y por eso nos sentimos confiados en su misericordia y en su perdón y le pedimos que nos purifique de nuestras faltas, aquí a los pies de la Virgen”. Y pidió tributar el cariño y un aplauso a los nuevos sacerdotes.
"No nos traten como a súper hombres"
El rector del Seminario Pontificio, padre Cristián Castro, manifiesta que para este instituto formador “siempre es una alegría muy grande poder acompañar a los muchachos que se han formado con nosotros, en el inicio de su ministerio. Es una alegría grande, porque vemos coronada, fortalecida y enriquecida la razón de ser del seminario”.
El padre Diego González Ruiz asumirá como vicario parroquial de la parroquia Santa María de la Esperanza, de Maipú, donde se desempeñaba como diácono. El padre Benjamín Ossandón Lira también permanecerá en su parroquia actual, San Antonio María Claret, de San Miguel, ahora como vicario parroquial.
Antes de la bendición final, en representaciòn de los dos nuevos presbíteros, el padre Diego agradece a todos el apoyo a su vocación y estudios y expresa que “es aquí y ahora donde el Señor nos ha puesto y no hay otro tiempo mejor”. Agrega que “ni el padre Benjamín ni yo podemos jactarnos de que estamos aquí por nuestro mérito ni por nuestro esfuerzo (...) el Señor nos tiene hoy como sacerdotes de Jesucristo sólo porque Él así lo ha querido”. Y enfatiza: “Tenemos una sola petición. Por favor, se los rogamos, se los imploramos, no nos traten como súper hombres, porque no lo somos y nos hacen un flaco favor tratándonos como tales”.
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fuente: www.iglesiadesantiago.cl