"Unidos en Cristo para Evangelizar"
15 de Julio de 2020
Desconéctate unos minutos, por favor
 


EDITORIAL PARROQUIAL

El largo confinamiento que nos ha impuesto la pandemia ha llevado a que aparezca en nuestra ciudad y en nuestros hogares el silencio, considerado como una falta de ruido externo.

Tal vez no lo habíamos advertido, pero estábamos inmersos en un mundo que huía del silencio, alentando el activismo, el tumulto, la conversación intrascendente, la crítica despiadada o frívola formuladas en distintas plataformas virtuales.

El ruido es utilizado como una válvula de escape para aturdir y deshumanizar. De manera deliberada o inconsciente, el ruido es el gran narcótico colectivo al que se acude en toda sociedad para no enfrentar el vacío interior que nos aqueja desde hace mucho tiempo.

Aunque el ruido y el silencio no son virtudes o pecados por sí mismos, en la vida espiritual el silencio siempre ha ocupado un lugar destacado. El encuentro del hombre con Dios se da normalmente en un contexto de silencio, que no es una simple ausencia de ruido externo, si no la disposición del alma que se pone en actitud de querer oír lo que Jesús le dice.

La utilización de las variadas tecnologías en materia de comunicación, que es algo útil y beneficioso, también puede llevar a nuevas formas de ruido que generen sordera en los cristianos. Sin exagerar, se hace pronta la práctica una nueva forma de ayuno, consistente en la opción por desconectarnos de internet, cuando no lo necesitamos objetivamente. Ese simple gesto, que supone abnegación y templanza, dejará al descubierto si tenemos realmente interés por lograr el silencio que nos permita oír a Dios.

El silencio interior, conviene reconocerlo, es una condición imprescindible para todo cristiano que quiere crecer en caridad. Para lograrlo no es necesario apartarnos del mundo o mudar nuestra residencia a un desierto lejano. Tampoco se trata de buscar el silencio por el silencio. Lo que sí está a nuestro alcance es luchar, diariamente, por buscar minutos en que podamos silenciar el ruido externo, para poder oír lo que Dios nos quiere decir en la oración.  

Crodegango






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