"Unidos en Cristo para Evangelizar"
15 de Enero de 2021
San José, una "figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”
 


De la mano del papa Francisco, este verano profundizaremos en su carta apostólica

La semana pasada, les recomendábamos como lectura la carta del papa sobre San José, “Con corazón de padre”. Aprovechando el respiro que nos da el verano, iremos reflexionando sobre ciertos aspectos del documento, para irlo conociendo en profundidad. Puedes descargarlo al final de la nota.

El primer aspecto que tocaremos es la humanidad de José, y su cercanía a cada uno de nosotros. En la introducción, el papa Francisco dice que quiere “compartir algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana.”San José, mejor que nadie, comprende nuestros afanes por la familia; por el trabajo, a veces oscuro y rutinario, de cada día; del esfuerzo que requiere vivir en medio del mundo y ganarse la vida. Por eso los cristianos recurrimos a Él, en toda ocasión, pero especialmente en lo que tiene que ver con nuestras necesidades temporales: “Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta—un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad”, nos dice Francisco. 

El papa dice que se ha visto inspirado también por los héroes anónimos que ha revelado la pandemia para hablar de el santo patriarca: “podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas—que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. [...] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos.” 

Estos testimonios de sacrificio y entrega en la pandemia también nos hablan del valor de nuestra propia vida. A veces podemos estar tentados de pensar que no hacemos “cosas importantes”; que los afanes cotidianos y nuestras preocupaciones no son gran cosa a los ojos de Dios. Pero la figura de San José, y los “héroes anónimos”de esta pandemia  nos enseñan que  no hay asunto pequeño para Dios. Nuestra vida cotidiana está llamada a ser santa, haciendo con amor las pequeñas cosas -ya sea preparar una comida, barrer un piso, cambiar un pañal  o hacer un informe- y siendo así luz en medio del mundo. San José nos enseña que no hay nada que se pierda a los ojos de Dios.

Pidámosle a San José esta semana que nos enseñe a ver la grandeza de nuestra vida entregada en el amor, en las pequeñas y grandes cosas, a los ojos de Dios.

   


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