"Unidos en Cristo para Evangelizar"
29 de Enero de 2021
“Jesús vio la ternura de Dios en José”
 


Continuamos la reflexión en torno a la carta apostólica dedicada a San José, con el tema de la ternura

Hoy, en nuestro Chile, las personas parecen andar al límite. Se arman peleas en los tacos, por roces en la calle… andamos estresados y dolidos por la incertidumbre, y muchas veces eso se convierte en agresividad con el primero que se me cruza por delante.

¡Cuán necesaria es hoy la virtud de la ternura! ¡Y cuánto nos puede enseñar san José sobre cómo vivirla!  Como dice el papa Francisco, en su carta, “Jesús vio la ternura de Dios en José”.

Ya el Antiguo Testamento había dicho, por ejemplo en el salmo 103, que “Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen”. Dios no es un duro juez, sino un padre tierno, parecido a los papás que enseñan a caminar a sus hijos y los toman en brazos, como nos recuerda el profeta Oseas.

A veces creemos que ante Dios debemos ser perfectos, pero el pontífice nos recuerda que las cosas son muy diferentes: “La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Rm 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad”. Tal fue la experiencia de Pablo, cuando en la Segunda Carta a los Corintios escribe que, al pedirle que aparte de él “la espina” que tiene clavada en el cuerpo – que era algún tipo de debilidad del que se quería deshacer- el Señor le responde: “¡Te basta mi gracia!, porque mi poder se manifiesta plenamente en la debilidad” Y por eso, dice Francisco, “debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura”. La nuestra y las de los demás, podemos agregar.

Al contrario, es el demonio el que nos hace mirarnos de manera reprobatoria y negativa: “El Maligno nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura”.

Solo si aprendemos a tocar esa fragilidad con ternura podremos tener misericordia unos con otros: “La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad. Sólo la ternura nos salvará de la obra del Acusador”.

El sacramento de la Reconciliación constituye un espacio privilegiado para encontrarnos con la misericordia del Señor sobre nuestra debilidad, en verdad y ternura. La carta nos recuerda también que “paradójicamente, incluso el Maligno puede decirnos la verdad, pero, si lo hace, es para condenarnos. Sabemos, sin embargo, que la Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona”. Por ello, si le digo la verdad a mi prójimo, debo hacerlo con hondo amor y ternura, buscando su bien; si no, ¡me puedo estar pareciendo al demonio!

La verdad que Dios nos presenta es muy distinta: “siempre se nos presenta como el Padre misericordioso de la parábola:viene a nuestro encuentro, nos devuelve la dignidad, nos pone nuevamente de pie, celebra con nosotros, porque «mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (Lucas 15:24).

San José nos enseña entonces a tener otra mirada sobre nuestras luchas y fragilidades, sobre nuestras depresiones y ansiedades: “También a través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia”.

¡San José, ruega por nosotros!

Puedes descargar el documento completo al final de la nota. 


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