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En la audiencia general del miércoles 30 de marzo, Francisco habló de Simeón y Ana, figuras bíblicas que son ejemplo de una vejez "capaz de reconocer los signos de Dios", y advirtió contra la anestesia de los sentidos espirituales que impide distinguir entre el bien y el mal: en el mito de la eterna juventud, hoy muy extendido, "se esfuerza por crecer una cultura de la ternura".
Hace falta una vejez capaz de reconocer los signos de Dios
Hoy, subraya Francisco, necesitamos más que nunca "una vejez dotada de sentidos espirituales vivos y capaces de reconocer los signos de Dios, más aún, el Signo de Dios, que es Jesús". Pero, lamentablemente, en la sociedad actual "que cultiva la ilusión de la eterna juventud", observa el Pontífice, la "anestesia de los sentidos espirituales", debida a la excitación y al aturdimiento de los sentidos del cuerpo, es un síndrome muy extendido, aunque "mayoritariamente inconsciente".
Falta el espíritu de la fraternidad humana
Francisco advierte que si "la retórica de la inclusión es la fórmula ritual de todo discurso políticamente correcto", en realidad, "en las prácticas de la convivencia normal" sucede de otra manera.
La cultura de la ternura social se esfuerza por crecer. El espíritu de la fraternidad humana -que me pareció necesario relanzar con fuerza- es como un vestido desechado, para ser admirado, sí, pero... en un museo.
Testigos para las generaciones futuras
Existe una brecha entre la ternura social "y el conformismo que impone a la juventud contar su historia de manera completamente diferente", señaló el Pontífice. Pero las figuras de Simeón y Ana y "otras historias bíblicas de ancianos sensibles al Espíritu" nos enseñan a ser testigos sencillos para las generaciones futuras. Simeón y Ana reconocen en el Niño Jesús "la señal segura de la visita de Dios" y aceptan no ser protagonistas, sino solo testigos.
Puedes leer la catequesis completa, adjunta al final de la nota.
Fuente: Vatican.va y Vatican News.