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En el Evangelio de este domingo, los maestros de la Ley se presentan ante Jesús, con una mujer sorprendida en adulterio. No tienen interés por sus enseñanzas, sino que buscan un motivo para acusarlo. Jesús no juzga a sus oponentes ni dicta sentencia contra la mujer. Jesús reconoce su pecado y con gran amor le pide que no vuelva a pecar. No pecar y vivir en la verdad son dos pasos para vivir en libertad. Jesús la respeta, comprende, y le señala el verdadero camino, abriendo para ella un nuevo futuro.
NOS DISPONEMOS
Disponemos el corazón para encontrarnos con Jesús en las escrituras, pidiendo la acción del espíritu sobre nosotros:
Rey Celestial, Consolador, Espíritu de la verdad,
que estás presente en todas partes y lo llenas todo,
Tesoro de todo bien y Fuente de vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas,
Tú, que eres bueno y misericordioso.
Amén.
LECTURA DEL EVANGELIO DE SAN JUAN 8, 1-11
El Evangelio de este domingo invita a todos los bautizados a abrirse al perdón incondicional de Dios, que en Cristo renueva todas las cosas.
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?” Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno -le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”.
Palabra de Dios
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Profundicemos en algunas ideas, tratando de descubrir el sentido misericordioso que el relato presenta.
Señor de la misericordia y el perdón
Frente a la mujer y frente a sus acusadores vemos a Jesús como Señor de la misericordia y del perdón, que penetra en lo más íntimo del corazón humano. El contexto del pasaje es del conflicto. Jesús, con su manera de actuar, cuestiona la vida de quienes le escuchan. De ahí que, los escribas y fariseos frente a la praxis de Jesús, estén al acecho y buscan la manera de tentarle y poderlo acusar de transgresor de la ley. El hecho de que le presenten a esa mujer es donde lo ponen a prueba, será la ocasión para una magnífica enseñanza sobre el dinamismo del perdón y la misericordia: reconocer el pecado, ser perdonado y perdonar a los demás. Y viceversa, así como no está autorizado para juzgar quien tiene motivos para ser juzgado, igualmente solo quien perdona puede ser perdonado por Dios.
Buscan de Jesús una respuesta comprometedora. “Si Jesús aprueba el comportamiento de sus enemigos, también acepta su posición contra los pecadores; en consecuencia, tendría que ponerle fin a su praxis de misericordia y aparecer ante el pueblo como un falso maestro. Pero si Jesús no lo hace, resulta que termina desaprobando una ley inequívoca ante un hecho inequívoco, e igualmente daría motivos para ser acusado de falso maestro que aparta a la gente de la Ley de Dios y, en consecuencia, debería ser quitado de en medio del pueblo”.
Invitados al discernimiento
El gesto silencioso de Jesús es un llamado a la meditación, al discernimiento. Quizás, sea la primera respuesta que dio: cualquier decisión debe ser tomada con responsabilidad, pues está en juego la salvación o condena de un ser humano. Tal vez sea una manera pedagógica de invitarlos a reflexionar como pueblo, pues están reunidos todos los estamentos de Israel, están los letrados, los que interpretan la ley, el pueblo y los ancianos.
El silencio de Jesús, puede que sea la toma de consciencia de que el pueblo también ha sido infiel a Dios. De ello da muestra el matrimonio de Oseas con la prostituta (Os. 1, 2ss); también en Ezequiel (8, 7-18). Sin embargo, la respuesta de Dios ha sido la misericordia (Lc. 15, 1ss; Ez. 36, 24-26). De ahí que, con el silencio, Jesús podría estar recordando a Jeremías 17, 13b que escribe: “Los que se apartan de ti, en la tierra, serán escritos, por haber abandonado el manantial de agua viva, Yahveh”. De ser así, ¿Jesús le estaría recordando a sus adversarios que son infieles a Dios y merecen ser escritos en el polvo y extinguidos?
Llamados a la conversión
“Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Con tal sentencia, Jesús, exhorta a examinar la vida interior en relación con mi propio pecado; invita a revisar la ley, que no puede seguir siendo el paradigma para juzgar a todos bajo el mismo peso; cuestiona la vida personal en relación con el pecado personal, y finalmente a abandonarlo buscando un cambio de vida. El nuevo silencio, introducido en el relato, es la toma de consciencia de mis propios actos ante Dios y la comunidad.
Un hombre sensato cae en la cuenta de que las palabras de Jesús, transforman el corazón, por ello ya no lanza piedras, se siente transformado también por aquel hombre que no lo juzga (Jn. 8, 15) y que, por el contrario, le asigna una nueva tarea, la conversión. Finalmente, vemos que Jesús absuelve, pero no aprueba el pecado. Le habla pidiéndole que se abstenga del comportamiento adúltero que la expuso a la muerte y le ofrece la posibilidad de rehacer su vida.
De modo que, al final del relato, nos queda la enseñanza de que quien levanta el dedo para señalar el pecado del otro, necesita también misericordia y experimentar el perdón de Dios para no atentar contra el hermano. El pecado no necesita ser castigado, sino redimido, y por esa redención surge la toma de consciencia que nos hace abandonarlo definitivamente.
MEDITEMOS
El tiempo de Cuaresma, se nos presenta como una gran oportunidad para reflexionar acerca de nuestra vida. Dios no se apresura a condenar, Él nos acoge con misericordia, siempre dispuesto a amar y perdonar como un esposo fiel.
• Frente a los acusadores, Jesús, inclinándose, escribía en tierra con el dedo: acaban de hacerle una pregunta, buscando una causa para acusarle. La mujer es la excusa; detrás del pecado de la mujer, está el juicio a Jesús ¿Qué hará? ¿Qué dirá? Él es la actitud de la misericordia viva de Dios, que nos favorece a todos.
- ¿Cómo experimentas en tu vida de fe la liberación y el perdón de un Dios bondadoso y misericordioso?
• “Como insistían se enderezó...” ahora Jesús ha tomado una decisión y se la juega una vez más para salvar la vida de la mujer y también de aquellos que no quieren ver, ni escuchar, ni entender.
- ¿Qué cosas debo dejar de hacer para vivir como Dios quiere y espera de mí?
• “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”: Jesús apela a la conciencia, al corazón, para que se interroguen a sí mismos. ¿Quién puede escapar de su conciencia? ¿Quién puede evadir una verdad que grita dentro de sí?
- ¿Cuál es mi actitud frente a las personas que cometen faltas o considero pecadoras?
OREMOS
Al igual que Jesús, quien se retira al monte de Los Olivos para orar, buscamos un encuentro con el Señor, para meditar este Evangelio.
• Proclamamos nuevamente el Evangelio de Juan 8, 1-11.
• Movidos por las palabras del Evangelio, elevemos nuestra oración a Dios.
Concédenos Padre,
conocer y agradecer sinceramente
el amor entrañable con que Jesucristo, tu Hijo,
se entregó a la muerte por nosotros; a reconocer que esta Iglesia Santa necesita constantemente convertirse, para ser su Esposa digna en el eterno banquete de bodas. Amén.
• Oramos cantamos: “Si conocieras cómo te amo” u otro canto que nos ayude.
COMPROMISO
• Con la luz que nos ha ofrecido la lectura orante de la Palabra de Dios, coloco una palabra o frase al margen del texto bíblico y así formulo el compromiso que quiero alcanzar.
• Compartimos en el grupo nuestros compromisos.
• En lo que queda de la Cuaresma, busquemos tener una experiencia de reconciliación y misericordia, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Ante ti, Señor,
todos somos imperfectos y pecadores;
reconocerlo es nuestra salvación,
la única salida airosa.
Rehabilitados por tu perdón
como personas e hijos tuyos, estamos alegres
y te damos gracias por siempre, Señor.
• Concluimos nuestra lectura orante, dando gracias a Dios y abandonándonos en los brazos del Padre con las Palabras que Jesús nos enseñó: "Padre Nuestro".