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Fue después de la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de proletarios.
Y de pronto, se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y sus anhelos.
Era entonces una fiesta basada en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión.
El 1 de mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero.
Para los católicos ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos en la relación con el prójimo basada en el amor. Desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -Don de Dios-; y del trabajador -imagen de Dios.
Nada más natural que el titular de esta fiesta cristiana sea san José, esposo de María y padre en funciones de Nuestro Señor Jesucristo, porque:
1. Es el trabajador que no lo tuvo nada fácil, es uno más de su pueblo.
2. Es el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad.
3. Sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar.
4. Vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales; se le conoce en su tiempo como José «el artesano».
Fuente: La nota fue redactada basándonos en información de Catholic.net.