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El próximo 24 de julio, como Iglesia católica, celebraremos esta actividad y el Papa preparó un mensaje especial en torno al versículo 15 del capítulo 92 del libro de los salmos: “En la vejez seguirán dando fruto».
En este trata 9 pensamientos:
1º La cultura del descarte: la vejez no es una “enfermedad”
2º Ancianidad: se ofrecen planes de asistencia pero no proyectos de existencia
3º Envejecer a la luz de la fe es una bendición
4º Aprender a llevar una ancianidad activa también desde el punto de vista espiritual
5º La ancianidad: una estación para seguir dando frutos
6º Los abuelos pueden enseñar a “desmilitarizar los corazones”
7º Ancianos: llamados a proteger el mundo
8º Llamados a ser artífices de la revolución de la ternura con el instrumento de la oración
9º La Iglesia católica quiere festejar a los que Dios les ha concedido “una edad avanzada”
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA II JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES
La ancianidad a muchos les da miedo. La consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto. Los ancianos no nos conciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que hacernos cargo de sus preocupaciones. Es la “cultura del descarte”, esa mentalidad que, mientras nos hace sentir diferentes de los más débiles y ajenos a sus fragilidades, autoriza a imaginar caminos separados entre “nosotros” y “ellos”. Pero, en realidad, una larga vida —así enseña la Escritura— es una bendición, y los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia, sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia. ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!
La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo. A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa. Las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia [1]. Por eso es difícil mirar al futuro y vislumbrar un horizonte hacia el cual dirigirse. Por una parte, estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes, por otra, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar”.
Continúa leyendo el mensaje, descargándolo abajo.