"Unidos en Cristo para Evangelizar"
11 de Agosto de 2022
San Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?"
 


El santo chileno cuyas palabras alimentan la esperanza para enfrentar los grandes desafíos del mundo actual

San Alberto Hurtado fue citado en casi todos los discursos y homilías del Papa Francisco en su viaje a Chile en enero de 2018, demostrando la vigencia de sus palabras, el poder de su legado espiritual y su papel en la historia de su país de origen.

En el Santuario nacional de Maipú, el día 17 de enero, dirigiéndose a los jóvenes, el Papa Francisco les dijo:

“Los jóvenes del Evangelio que escuchamos hoy querían esa ‘señal, buscando la señal que los ayudaría a mantener vivo el fuego en sus corazones’… Fueron guiados por Juan el Bautista. Y creo que ustedes tienen un gran santo que puede guiarlos, un santo que cantó con su vida: ¡Contento, Señor, contento! Hurtado tenía una regla de oro, una regla para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría… Y la contraseña de Hurtado para reconectarse, para mantener la señal era muy simple… Seguramente ustedes trajeron el teléfono … veamos … Me gustaría que lo peguen en sus teléfonos celulares. Hurtado se pregunta a sí mismo, y esta es la contraseña: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’ ¿Qué haría Cristo en mi lugar en la escuela, en la universidad, en la calle, en casa, con amigos, en el trabajo; frente a lo que hacen los matones: ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Cuando vas a bailar, cuando haces deportes o vas al estadio: ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Esta es la contraseña. Éste es el encargo de encender nuestros corazones, encender la fe y la chispa en nuestros ojos”.

Cuando el P. Hurtado se pregunta “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”, está revelando el secreto del camino de santidad, de su “ser contemplativo en la acción”. Esa es la regla de oro que conduce su vida. No se trata de imitar mecánicamente lo que hizo Jesús… sino de tener la capacidad de discernir qué haría Él hoy.

Y cuando exclama “Contento, Señor, contento”, expresa su fe en Cristo resucitado. Las veces que pronuncia esta frase, lo hace tras noches de muy breve descanso, de fatigas acumuladas, y con la cruz de la incomprensión de amigos y, a veces, de algunos superiores. Dolores, soledades y acusaciones sin fundamento, envidias, mezquindades… Pero nada le borra la sonrisa de sacerdote crucificado y resucitado con Cristo.

Abrir los ojos para mirar con honestidad la realidad
Tuvo un corazón muy sensible al dolor de los pobres y marginados. Se siente impulsado con gran fuerza a luchar por anunciarles el mensaje de Cristo y por cambiar su situación. Él hace un constante llamado a abrir los ojos para mirar con honestidad la realidad social del país. Su mirada sobre los pobres no es una mirada estadística, sino la del evangelio, la del hermano: 

“Yo sostengo que cada pobre, cada vago, cada mendigo es Cristo en persona que carga su cruz. Y como Cristo debemos amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a un hermano, como a un ser humano, como somos nosotros”.

 

Partir a la casa del Padre
La salud del P. Hurtado se va deteriorando rápidamente. El 19 de mayo de 1952, en lo que era el Noviciado Loyola que él había ayudado a construir y que está en la localidad que hoy lleva su nombre, celebra su última misa. Ya no volverá a levantarse. Dos días después sufre un grave y doloroso infarto pulmonar. Trasladado al Hospital Clínico de la Universidad Católica, se le diagnostica un cáncer al páncreas. Recibe la noticia como un don de Dios. Su cuarto se convierte en lugar de peregrinación al que acude gente de todos los medios sociales. El P. Hurtado recibe a muchos, da instrucciones sobre el Hogar, aconseja, bendice. Hasta el último momento da testimonio de la delicadeza de Dios con él. Muere santamente, en total paz y tranquilidad el 18 de agosto de 1952.

Fue beatificado por el papa Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1994 y canonizado por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005.






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