El 12 de diciembre de 1531, la Virgen María se apareció al indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac y le mandó que dijera al obispo de México, fray Juan de Zumárraga, que le erigiera un templo. 

El obispo le pidió a Juan Diego que le llevara una prueba. La Virgen, en una segunda aparición, le ordenó que cortara flores del lugar y las llevara el prelado, ambos se admiraron de que, al abrir la manta en las que la llevaba envueltas, milagrosamente apareciese una imagen que desde entonces se venera en México, Latinoamérica y toda la iglesia.

Nuestra Señora de Guadalupe, la morenita del Tepeyac, como es llamada cariñosamente, ha marcado profundamente la fe y la devoción de su pueblo. El de la Iglesia de México y el de toda América Latina. Ella inspira muchas misiones en todo ámbito. Es signo importante de interculturalidad entre todos los pueblos y un gran signo evangelizador en nuestra Iglesia.

Debido a su importancia para el continente, el 24 de agosto de 1910, el Papa Pío X la declaró "Celestial Patrona de América Latina". Luego, Pio XI la declaró "Patrona de todas las Américas" y Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas". Mientras que Juan XXIII, la bautizó como "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".

El papa Juan Pablo II expresó que María de Guadalupe es signo de reconciliación. Porque ella misma creó el mestizaje de dos pueblos y dos culturas. Con ello, se convirtió en constante inspiradora de nuestra pastoral. Afirma el papa: "Que Ella nos proteja y haga fecundos nuestros esfuerzos: y que, como primera evangelizadora de América, nos ayude a seguir convirtiendo en educación ordenada y progresiva de la fe el mensaje guadalupano".

¡Virgen de Guadalupe, protege a tu pueblo americano!

Fuente: uic.mx