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La Pastoral Vocacional nos invita, en esta ocasión, a reflexionar en la fiesta de la Conversión de San Pablo, tomando en cuenta que nunca es tarde para tener un encuentro real y profundo con Jesús, ese que nos transforme la vida y nos haga un llamado concreto (vocación), para seguirlo y vivir en plenitud.
Cada 25 de enero la iglesia católica celebra el día en que San Pablo, entonces llamado Saulo alcanzó la conversión camino a Damasco, en donde se dirigía a perseguir cristianos.
En el trayecto a Damasco, Saulo fue derribado del caballo por el mismo Jesús resucitado a través de una luz del cielo que brilló sobre él y sus compañeros, cegándolo por espacio de tres días.
Este accidente hizo que Saulo decidiera transformar su vida y entregarla a la obra de Cristo, cambiando su nombre a Pablo. (1)
Con su ejemplo de vida nos enseña a los cristianos el valor de la conversión. Nos muestra que nunca es tarde y siempre es necesario seguir a Jesús, dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Además, la vida de este hombre que se convirtió y entregó su vida a Dios, nos recuerda la importancia de la labor apostólica de todos quienes creemos en la Buena Nueva anunciada por Jesús.