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En un momento de prueba, cuando supo que su hermana, su querida María, entraría en el Carmelo, Santa Teresa decide no apegarse a nadie aquí en la tierra, y vuelca su corazón al amor a Dios, y también comienza a conversar con sus hermanitos que están en el cielo (sus padres tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente).
“Cuando María entró en el Carmelo, yo era todavía muy escrupulosa. Como ya no podía confiarme a ella, me volví hacia el cielo. Me dirigí a los cuatro angelitos que me habían precedido allá arriba, pues pensé que aquellas almas inocentes, que nunca habían conocido ni las turbaciones ni los miedos, deberían tener compasión de su pobre hermanita que estaba sufriendo en la tierra.
Les hablé con la sencillez de un niño, haciéndoles notar que, al ser la última de la familia, siempre había sido la más querida y la más colmada de ternuras por mis hermanas, y que si ellos hubieran permanecido en la tierra me habrían dado también sin duda alguna pruebas de cariño... Su partida para el cielo no me parecía una razón suficiente para que me olvidasen; al contrario, ya que se hallaban en situación de disponer de los tesoros divinos, debían tomar de ellos la paz para mí y mostrarme así que también en el cielo se sabe amar...
La respuesta no se hizo esperar. Pronto la paz vino a inundar mi alma con sus olas deliciosas, y comprendí que si era amada en la tierra, también lo era en el cielo...
A partir de aquel momento, fue creciendo mi devoción hacia mis hermanitos y hermanitas, y me gusta conversar a menudo con ellos y hablarles de las tristezas del destierro... y de mi deseo de ir pronto a reunirme con ellos en la patria...” (”Historia de un alma, pág. 69, http://www.adorasi.com/biblioteca/historia-de-un-alma.pdf)
En todas las familias tenemos algún pariente que nos espera en el cielo (al menos eso anhelamos… que nuestros amados estén en el cielo), también hay otros parientes que han partido y como en su vida han rechazado al Señor, nos imaginamos que están en el purgatorio. Santa Teresa nos invita a rezar por ellos. A pedir la intercesión de los que ya están en el cielo, y también a rezar por los que creemos están en el purgatorio.
Santa Teresa sentía que su misión era volver todas las almas a Dios, ayudándole al Señor a repartir su Misericordia. A pesar de nuestra pequeñez nosotros también podemos ser instrumentos del Señor, rezando cada día por las almas del purgatorio, al menos un Ave María del Rosario diario.
Y así como Nuestro Señor ha vencido a la muerte, los lazos familiares también trascienden, mostrándonos su infinita Misericordia. Y así podemos sonreír pensando que la vida siempre triunfa y triunfará sobre la muerte.