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Santa Teresa de Lisieux: Camino de santidad en familia
Santa Teresa tuvo la bendición de vivir en una familia en la que se respiraba santidad. Ella misma afirma que cuando era una niña pequeña le bastaba mirar rezar a su padre “para saber cómo rezan los santos”. Su madre y sus hermanas también eran muy devotas, nadie en su familia faltaba a misa dominical. Cada día las veía realizar sus prácticas y las imitaba.
Su niñez estuvo llena de caricias de Dios. Ella en algún momento se dio cuenta que habían otras personas que no creían, personas que ni siquiera conocían a Dios y se preguntó porque Dios quería más a algunas almas y menos a otras, que parecían olvidadas. Se lo preguntó a su hermana mayor, y ella le respondió con una simpleza que impresiona por su profundidad espiritual.
“En cierta ocasión, le manifesté mi extrañeza de que Dios no diera la misma gloria en el cielo a todos los elegidos y mi temor de que no todos fueran felices. Entonces Paulina me dijo que fuera a buscar el vaso grande de papá y que lo pusiera al lado de mi dedalito, y luego que los llenara los dos de agua. Entonces me preguntó cuál de los dos estaba más lleno. Yo le dije que estaba tan lleno el uno como el otro y que era imposible echar en ellos más agua de la que podían contener. Entonces mi Madre querida me hizo comprender que en el cielo Dios daría a sus elegidos tanta gloria como pudieran contener, y que de esa manera el último no tendría nada que envidiar al primero. Así, Madre querida, poniendo a mi alcance los más sublimes secretos, sabías tú dar a mi alma el alimento que necesitaba...” Historia de un Alma, pág. 31
A nosotros nos ha tocado vivir en el siglo XXI, pareciera que el Señor se ha olvidado del mundo, pareciera que el enemigo hace y deshace como quiere por todo rincón. Pero, si miramos de nuevo, a través de los ojos de Santa Teresa del Niño Jesús, podremos ver que somos almas privilegiadas…tenemos suerte, porque no tenemos mucha elección: sufrir con Cristo, o darle la espalda.