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“Santo Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en su país. Nacido en Londres en 1478 en el seno de una respetable familia, entró desde joven al servicio del arzobispo de Canterbury Juan Morton, canciller del Reino. Prosiguió después los estudios de leyes en Oxford y Londres, interesándose también por amplios sectores de la cultura, de la teología y de la literatura clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo relaciones de intercambio y amistad con importantes protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos, Erasmo de Rotterdam.
Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtud a través de una asidua práctica ascética: cultivó la amistad con los frailes menores observantes del convento de Greenwich y durante un tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los principales centros de fervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la propia vocación. La vida de familia permitía, además, largo tiempo para la oración común y la «lectio divina», así como para sanas formas de recreo hogareño. Tomás asistía diariamente a misa en la iglesia parroquial, y las austeras penitencias que se imponía eran conocidas solamente por sus parientes más íntimos”[i].
Escuchar la conciencia y seguirla por amor a Dios, es la enseñanza de la vida de Santo Tomás Moro. Defender el sagrado vínculo del matrimonio llevó a Santo Tomas a la cárcel y luego al martirio. En estos tiempos en que casi nadie admite creer en el Amor verdadero, en la fidelidad o en el matrimonio para toda la vida; es urgente que como cristianos seamos capaces de defender estos valores tan primordiales. La familia es el pilar fundamental de nuestra sociedad, y es allí donde se deben entregar los valores fundamentales y es allí donde los niños se deben sentir acogidos. No permitamos que los deberes del trabajo (ni menos la tecnología) nos roben preciosos momentos de estar en familia con nuestros hijos.
Fuente: www.aciprensa.com