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Apreciados amigos,
El Papa Francisco en su reciente Exhortación Apostólica Gaudete et Exultate nos invita a la reflexión personal y comunitaria sobre SER SANTOS. Cada uno puede ser santo en el mundo en que vive y con quienes lo rodean.
Aquí les entrego unos pensamientos que nos ayuden a ser santos en el mundo de hoy.
“La santidad no es sino la caridad plenamente vivida”, son palabras del Papa Benedicto XVI. Y añade, “la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya”. Y el Papa Francisco nos dice: “Así, cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo” (Gaudete et Exultate nr.21).
Cada uno de nosotros necesita encontrar a Dios en lo más humano y pobre de nuestra vida. Ahí el Señor me está hablando. Dios me ama tanto que se hace parte de mi camino y de mi historia. Se mete hasta el fondo. Está escondido en mi corazón, en la Eucaristía. Es parte de mi caminar y lo encuentro en la esquinas y encrucijadas de la vida.
Dios siempre viene, llega, está. Esa es la gran verdad de mi vida. El camino de santidad que me propone pasa por ahí. Pasa por pertenecer a este mundo donde me ha puesto. Pasa por mi imperfección siendo El perfecto. Pasa por amar con su amor amando con mi limitado amor. No debo olvidar: La única forma de llevar una vida según Dios es conociendo mis limitaciones y mi falta de amor.
Un sacerdote recién ordenado comentaba: “Después de la ordenación siento que sigo siendo el mismo. Algo ha cambiado en lo más profundo de mí, eso lo sé, pero sigo teniendo mi misma carne enferma. No he dejado de ir al baño, de comer y otras necesidades tan básicas. No vivo en el espíritu, anclado en una nube. Mis pasiones siguen estando ahí. Mis fuerzas interiores. Sigo soñando y deseando lo eterno. Y me sigue turbando mi pecado. Pero algo ha cambiado. Noto a Jesús abriéndose paso por mi carne”.
Saco como conclusión: Consagrarme a Dios significa poner mis debilidades en sus sagradas manos y saber que mi torpeza me acompañará todos los días.
“Esto es un fuerte llamado de atención para todos nosotros. Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy”. (Gaudete et Exultate nr. 23)
Les deseo una hermosa y santa semana llena de la confianza en el Señor.
Su párroco,
Roberto Espejo Fuenzalida, Pbro.