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Estamos finalizando la cuarta semana de Cuaresma. Una Cuaresma inolvidable.
La oración de la Liturgia de las Horas de hoy, reza así:
“Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos a los demás con nuestra propia vida” Amén.
Si miramos la situación que nos toca vivir en estos días, me hago la siguiente pregunta: ¿cuánto nos ama el Señor? Porque todo lo que proviene de Él no es nada más que AMOR. Y ¿nos damos cuenta de eso? Cada día la pandemia se nos presenta con más fuerza y el número de los que la sufren crece y crece. Ya hay quienes han fallecido por el famoso virus.
Como que es contradictorio. Y en la pantalla de mi disco duro aparece el refrán: “quien te quiere te aporrea”. Entonces nuevamente me queda claro que Dios es AMOR.
Dependerá mucho de mi formación espiritual, de mi crecimiento en la fe, de mi amor al prójimo, el que acepte que en esta situación Dios me AMA. Y nuevamente el refrán “no hay mal que por bien no venga”.
Entonces mi actitud será la de entregarme en las manos del Señor y con mucho amor y fe decirle: “Hágase, Señor, tu voluntad”. “Aumenta, Señor, mi fe”.
Y me comprometo a aterrizar mi forma de vivir a mi diario vivir. Procuraré sentir que en mi hogar también se encuentra mi Dios día y noche. Por lo tanto, mis gestos y mi actitud deberán ser de mucha cercanía con todos. Tendré un gesto de amor acogiendo más que despidiendo; conversando, dialogando, más que creer que yo siempre tengo la razón. Con mi familia encontraremos tiempo para rezar juntos, para leer la Palabra de Dios y preguntarnos qué nos dice ese texto en el día de hoy. Pensar que, en ese momento, en algún lugar del mundo se está rezando la Santa Misa, y yo participo y rezo la Comunión Espiritual.
En mi oración estarán los enfermos, los difuntos, los que viven en la calle, los que viven sin esperanza. Pongo en mi oración a los que viven y sufren la soledad y los que por alguna razón no se comunican con los demás.
En mi oración, con gratitud, pediré por todos los que en estos días se entregan, aún a costa de su salud, al cuidado de los infectados: médicos, paramédicos, enfermeras, personal de servicio, tanta gente que se están entregando para que todos tengamos lo suficiente para poder vivir. El Papa Francisco los llama “los santos de la puerta de al lado”: los que trabajan en la feria, en el supermercado, en la farmacia, en la ferretería, los temporeros, los que limpian las calles y recogen la basura, los que están en los servicios públicos, aunque trabajen en sus casas, los carabineros, los soldados, los de la PDI y todos los que nombré más arriba y tantos otros. Todos ayudándonos para que podamos vivir nuestra cuarentena y sobrevivir este tiempo de dolor y sufrimiento.
Con el Padre Alberto Hurtado digamos “Contento, Señor, contento”.
En fin, hagámonos tiempo para estar en íntima conversación con el Señor. ¡Qué maravilla que pueda enseñarle a mis hijos a rezar o qué maravilla que mis hijos me enseñen a rezar! Hagamos de nuestro hogar una Iglesia Doméstica.
Bueno, les deseo una hermosa semana de cuaresma en que vamos caminando hacia Jerusalén, acompañando al Señor, que va a morir, pero que va a Resucitar.
Rezo por todos y cada uno de ustedes y ustedes recen también por mí.
Los bendice, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. Su párroco en cuarentena,
Roberto Espejo Fuenzalida, Pbro.