|
Por diversas razones ha surgido un grupo de sujetos que, por sus conductas sociales, podemos caracterizar como “los nuevos bárbaros”. Su falta o débil socialización se advierte en la ejecución de conductas que tienen como elemento común la falta de obediencia a las reglas.
Retrata muy bien a este colectivo la letra de una canción del grupo punk argentino “Los Violadores”, titulada como “El infierno no puede esperar”, que señala:
“Nunca fui bueno para obedecer
Nunca fui amable, jovial y cortes
No me importa la distinción
Ni tampoco la resurrección
Por más que me quieran cambiar
Eso nunca lo van a lograr
No soy rebelde a domesticar
Los mandamientos no me mandarán
No me importa la compresión
Solo quiero la insumisión
Por más que me quieran cambiar
Eso nunca lo van a lograr
En el infierno yo tengo un lugar
En el infierno prefiero estar
Ya ves, el infierno no puede esperar (…)
En el infierno yo tengo un lugar
En el infierno prefiero estar
Ya ves, el infierno no puede esperar
En el infierno yo tengo un lugar
En el infierno prefiero estar
Ya ves, el infierno no puede esperar”.
La desobediencia del nuevo bárbaro va desde el no pago del servicio público de transporte a la norma moral más elemental, como es “no hacer al prójimo lo que no quieres que te han a ti”.
En cuanto a sus creencias, siguen a una serie de ídolos respecto de los que están prestos a ejecutar actos de devoción, que en algunos casos tienen alta convocatoria. Así, forman parte de sus liturgias urbanas los “abordazos”, que consiste en organizarse como turba para ingresar violentamente a un espectáculo sin pagar, avasallando a los guardias y sin importar los derechos de los que habían comprado las entradas.
No menos simbólico es el “arengazo” o “banderazo”, a través del cual, con verdadero fervor de peregrinos, se reúnen en los días previos a un partido de fútbol para alentar en el entrenamiento a los jugadores mediante cánticos y proclamas, como si esos deportistas fueran a librar una batalla de la que depende la supervivencia de la nación o del planeta.
En sus entretenciones, los nuevos bárbaros no las conciben sin excesos. El consumo de alcohol y drogas son inevitables. A tanto ha llegado el problema que el organismo gubernamental encargado de este tema debió elaborar una Estrategia Nacional de Drogas 2021-2030, para intentar “generar un cambio cultural en el uso de sustancias y disminuir la prevalencia de consumo de drogas tanto en población escolar como general”.
En materia de moral sexual, reducen el sexo a los meros instintos, equiparándose -sin complejo alguno- con los animales no racionales, que actúan de esa forma por carecer de libertad. Para justificar esta conducta indican que la abstinencia es causa de neurosis o de conflictos interiores, teniendo como profeta inspirador a Sigmund Freud o algunos de sus alfiles. Por cierto, la palabra castidad o virginidad son voces en desuso. Esta visión de la sexualidad explica muchos actos de violencia en los pololeos o en las relaciones ocasionales, y que luego llenan páginas en la sección policial de las noticias o motivan convocatorias de los movimientos feministas para llorar sobre la leche derramada, cuando no el suicidio de una víctima de la brutalidad. De igual forma, muchas de las depresiones, angustias o desequilibrios psicológicos que afectan a los nuevos bárbaros, se originan por concebir el sexo como una opción, nunca como un don del Creador. Esta visión equivocada y anti natura de la sexualidad los lleva a consumar conductas que siempre son altamente autodestructivas.
En el plano de la cultura, el nuevo bárbaro adscribe a distintas tendencias que desembocan en la adoración por lo feo. Su música está cargada de erotismo, sexualidad, de incitación a las drogas o al alcohol, cuando no de violencia u odiosidad y resentimiento marxista o nihilista. Se visten como marginales, sin serlo. Sus gustos, inevitablemente, los aleja de apreciar la belleza que está presente en el arte o en la creación. Sus literatos favoritos son nihilistas o profundamente amargados.
Las causas que han originado este fenómeno social son múltiples. Algunas se advierten en distintos estudios que, con mayor fuerza, desembocan en la pérdida o disolución de la familia. Según los datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) Chile lidera la lista de los Estados con mayor cantidad de niños nacidos fuera del matrimonio. El promedio en los años analizados era de un 71%. El dato anterior se complementa con otro antecedente terrorífico, relativo al incumplimiento de las pensiones de alimentos. Las estadísticas del Poder Judicial revelan que el 60% de los demandados en Chile no paga las pensiones de alimentos. Y lo que es todavía peor, la mayor parte de los hogares que padece este flagelo son encabezados por mujeres.
¿Qué podemos hacer para ayudar a revertir este fenómeno?
La respuesta es una: cristianizar.
Efectivamente, los cristianos tenemos experiencias exitosas en esta materia. Durante la historia de la Iglesia han sido muchos los hombres y mujeres que, siendo fieles a Jesucristo, han podido transmitir el mensaje del Evangelio. De este modo, los antiguos bárbaros cambiaron sus creencias mágicas, sus ritos funerarios; dejaron atrás sus malas costumbres o rusticidad, para diferenciarse de los animales; entendieron que el trabajo honrado y esforzado es la vía digna del sustento y no el saqueo; aprendieron que la caridad es el amor humano más perfecto; comprendieron que la fidelidad de la palabra empeñada en todos los planos es verdaderamente relevante; que la belleza tiene múltiples manifestaciones en la creación; que existen reglas morales objetivas que permiten diferenciar entre el bien y el mal; que se puede formar una familia entre un hombre y una mujer, para unirse indisolublemente y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente; y que puede contar, siempre, con la Iglesia que, como madre, está dispuesta a cuidar de todos sus hijos y mostrarles el camino de salvación.
Se debe contar que el surgimiento de esta nueva barbarie se explica, en muchas partes, por la ejecución de planes gubernamentales deliberadamente anticristianos. En nuestro caso, la incoherencia y falta de compromiso de políticos que se dicen cristianos, ha contribuido a configurar esta realidad. Por lo mismo, tenemos que admitir que el problema que nos aqueja hoy no es si llegan a atacar los bárbaros y contamos con murallas fortificadas que los eviten. El tema actualmente es que los bárbaros ya llegaron y peor que eso, nos gobiernan desde hace años. En muchos lugares ya se han apropiado de la cultura y de los medios de información.
Pidamos a Santa María, que nos ayude a transmitir el Evangelio con la alegría propia de un cristiano.
Crodegango