"Unidos en Cristo para Evangelizar"
23 de Noviembre de 2022
No confundamos el sistema de medidas
 


Un elemento característico de las civilizaciones ha sido la creación de sistemas de pesos y medidas

A través de diversas formas de cuantificación obtenemos muchos datos que colaboran en nuestras vidas. Sin estas mediciones imperaría el caos más completo en todo orden de cosas. Nadie llegaría a la hora a las reuniones. No sabríamos donde estamos ubicados, que temperatura tiene un enfermo, entre tantos aspectos.

Los sistemas de medidas han variado y en algunos ámbitos no se comportan de manera uniforme. El año Chino es distinto al calendario gregoriano que rige en occidente.

Los cristianos han hecho grandes aportes en la creación de los sistemas de medición. Así, por ejemplo, al papa Gregorio XIII se le debe el calendario gregoriano, que es utilizado prácticamente en todo el mundo a partir del siglo XVI. En 1670 Gabriel Mouton, párroco de la Iglesia de San Pablo en Lyon (Francia) propuso un sistema de medición que sería relevante para la posterior aceptación del sistema métrico en 1799.

Existen medidas de longitud, medidas de pesos y capacidad, medidas de masas, medidas de temperatura, medidas de tiempo, medidas de velocidad, medidas de fuerza y presión, medidas de energía y potencia. Con los avances científicos en el mundo digital han surgido otras formas de medidas. 

El desarrollo de la astronomía ha permitido proponer medidas del universo, utilizando como parámetro los años luz. Para efectos de cuantificar la capacidad de un cañón se usa el calibre. Para medir como llegar de un punto a otro se utilizan medidas de superficie tales como la pulgada, el pie, la milla, la yarda, el centímetro, el kilómetro, la hectárea, etc.

La masa de algo se mide por su peso o a nivel en escala atómica.

Se pueden clasificar a las personas midiendo su patrimonio fijando la línea de la pobreza o también el lugar que ocupan en un ranking de multimillonarios.

Todo lo anterior sirve para diversos fines que condicionan las políticas públicas, los avances científicos, el desarrollo tecnológico.    

¿Y cómo medimos nuestra vida espiritual?

Dios ha previsto para nuestra vida también índices de medición, que funcionan de manera muy diversa a lo que se cuantifica en el plano humano. Para entrar al cielo no tiene relevancia nuestro coeficiente intelectual, nuestro patrimonio, nuestro peso físico, nuestra estatura, etc. 

Los patrones de medida para nuestras vidas de cara a Dios son muy diversos. Como nos advierte la carta a los Filipenses: “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).

Dios mide la forma como vivimos las virtudes: «El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios» (San Gregorio de Nisa, De beatitudinibus, oratio 1). De manera particular, se nos considera la forma como vivimos las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. 

Como lo explica el Catecismo: “las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano (…). (CIC 1813).

Al terminar nuestro paso por la tierra seremos medidos en la caridad, que es “la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios”. (CIC 1822).

San Pablo nos advierte el valor que esta medida tiene de cara a Dios, cuando señala, “Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).

Vivimos en una sociedad humana que ha centrado sus mediciones en variados índices. Muchos de ellos cargados de materialismo. Los cristianos tenemos que estar atentos y no dejarnos caer en reduccionismos. Nuestra Fe nos invita a considerar que la caridad es la única medida que debe importar a un humano. 

De nada nos sirve haber triunfado en diversas medidas humanas. Lo realmente importante es el amor a Dios y a través de Él al prójimo. Si eso no está presente, hemos errado en considerar el sistema de medición que importa en nuestra vida. 

Pidamos a Santa María, que nos ayude siempre a ser cada vez más caritativos, a imitar a si hijo Jesús. 

Crodegango






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