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La vida del cristiano debe considerar el calendario litúrgico que nuestra Santa Madre Iglesia nos organiza, para ayudarnos a seguir a Jesús.
Este domingo celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey de Universo. Con ello conmemoramos que Cristo es soberano de todo. De este modo elevamos nuestra mirada al cielo y recordamos que su reino es sobrenatural y universal; que su reino es eterno. Luego viene el Tiempo de Adviento, que nos prepara para la Navidad.
Aunque en cada etapa del año litúrgico siempre estamos celebrando el misterio de Cristo, la diferencia entre sus diversos períodos está en la invitación que nos hace en el seguimiento de Cristo. Los cambios de lecturas, de colores en las vestimentas de los sacerdotes y en las oraciones de la liturgia van poniendo énfasis para invitar a los fieles a los distintos ejercicios de piedad, espirituales y corporales que son propios de cada tiempo.
Uno de los primeros documentos surgidos en el Concilio Vaticano II fue la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia. Sobre el sentido del año litúrgico allí se expone:
“102. La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó «del Señor», conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.
Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.
Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.
103. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser.
Puede ayudarnos en esto utilizar folletos o calendarios que van anunciando el desarrollo del año litúrgico. De ese modo podemos dejarnos guiar por la Santa Madre Iglesia y sus pastores, facilitando el trabajo del Espíritu Santo.
Sería bueno examinar y sacar propósitos en esta materia: ¿Sigo el año litúrgico? ¿Pongo los medios para conocer el significado de cada tiempo litúrgico? ¿Aprovecho de disponer mi alma para preparar cada fiesta que me anuncia el año litúrgico?
Crodegango