"Unidos en Cristo para Evangelizar"
09 de Febrero de 2023
El cristianismo ante las ciencias y el mito de Prometeo
 


Uno de los mitos griegos con mayores y contradictorias interpretaciones es el de Prometeo

Este personaje desafió a los dioses para ayudar a los hombres. Entró en secreto al Olimpo y se robó el fuego para donárselo a la humanidad. De este modo, los hombres se hicieron de un elemento que los dioses les negaban, porque temían que se volverían sabios y fuertes. Gracias al fuego los mortales pudieron cocinar sus alimentos, alumbrarse, fundir metales, hacer instrumentos, etc. Zeus, en castigo por este acto, hizo encadenar Prometeo en una columna en las montañas, donde un buitre le devoraba el hígado año tras año.

Este mito ha sido vinculado por algunos con el surgimiento de la ciencia y de la tecnología, que ha permitido a la humanidad obtener cambios en la calidad de vida durante toda la historia.

Como se sabe, durante siglos se ha discutido sobre la naturaleza de la ciencia. No hay duda que muchos de sus logros han mejorado el entorno humano. Los avances en tantos campos así lo demuestran. Sin embargo, por diversas razones, se ha ido instalando un concepto de ciencia que se amolda a las diversas visiones ideológicas que suscriben el materialismo. La base filosófica de estas corrientes es el positivismo, en virtud del cual únicamente los hechos de la experiencia constituyen el objeto de nuestro conocimiento, por lo que no es posible conocer nada más allá de estos. Ningún elemento religioso o moral pueden actuar como en esta forma de hacer ciencia.

La aplicación práctica de esta visión científica explica, entre otras, que en la mayoría de los países el aborto se puede practicar libremente hasta las 14 semanas, salvo las excepciones para el riesgo vital de la madre, que no tiene límite. La base de esta fijación temporal es apoyada por científicos que indican que después de este tiempo existe menor riesgo para la salud de la madre y por la facilidad de los métodos que se admite durante este periodo. Por cierto, esta justificación científica no considera los daños espirituales que padecen las mujeres después de un aborto, seguramente porque el dolor es inequívocamente una manifestación metafísica, que actúan en un plano diverso al de los riesgos corporales que estos científicos buscan evitar.

La distinción entre el bien y el mal, en su relación con dolor espiritual que causa siempre hacer el mal, no es algo propio de la biología. Si el hecho de participar en la muerte de una creatura indefensa sólo provocara un dolor físico, seguramente con los analgésicos ya existentes ese dolor se pasaría, pero la realidad indica que ello no es así. Las madres quedan con un dolor del alma, que el positivismo biologicista se niega a reconocer, al tratarse de una realidad que no existiría en esa visión reduccionista. El sufrimiento del alma no sale en las ecografías ni en resonancias magnéticas. A nadie le han pedido en una clínica que tome hora para hacerse una imagen del alma con contraste y en tres dimensiones.

El aborto pudo ser “médicamente exitoso” (no causó daño físico, ni mató a la madre), pero moralmente nunca lo será. Esos médicos positivistas, que restringen su saber “científico” a límites arbitrariamente fijados para justificar su actuar, ni siquiera quieren considerar lo que otros estudios científicos les señalan. Efectivamente, las mujeres que han abortado tienen un 81% más de probabilidades de padecer problemas mentales que las que no lo han hecho. Además, la posibilidad de sufrir problemas de ansiedad es en ellas un 34% mayor, y un 37% la de sufrir depresión. También es un 110% mayor la posibilidad de caer en el alcoholismo y un 220% mayor la de consumir marihuana; y que el 10% de las mujeres que padecen algún trastorno de salud mental han abortado con anterioridad a la aparición de los síntomas clínicos (AZNAR, Justo; CERDA, Germán. Aborto y salud mental de la mujer. Acta bioeth., Santiago, v. 20, n. 2, p. 189-195,  nov.  2014).

El resultado del “cientificismo”, que les da un valor excesivo y excluyente a las ciencias experimentales, lleva a prescindir de la madre de todas las ciencias, que es la teología, con los resultados que todos estamos viendo.

Los cristianos estamos invitados a mantener un diálogo cordial con todos los saberes. Nuestra actitud debe ser la de Prometeo, de querer sacar a los hombres de su miseria, para ayudarlos en el plano material y espiritual. Si Prometeo hubiera sido un materialista, les habría robado a los dioses solo alimentos cocidos para entregárselos a los humanos. Sin embargo, optó por algo diferente, ya que les dio el fuego que al ser utilizado con inteligencia y voluntad permitió mejorar la calidad de vida en múltiples planos. Es evidente que ese fuego también empezó a iluminar y a quemar el incienso que se usa en los templos donde los hombres adoran a Dios.

El error de cientificismo positivista radica en querer restringir sus objetos de estudio. Los químicos sólo ven elementos de la tabla periódica; los biólogos, sólo saben de cédulas; los juristas, sólo normas legales y no la justicia de las mismas, etc.

El hombre cristiano está obligado siempre a una mayor consideración intelectual en todos los asuntos. Para descubrir la verdad de las cosas debe partir del conocimiento profundo del hombre que da la teología y que se complementa de otros muchos saberes, a los cuales la teología misma hace referencia. El diálogo con los hombres de nuestro tiempo se hace de manera interdisciplinar, considerando lo que las diversas ciencias proponen cuando, seriamente y sin mediar ideologías reduccionistas, buscan dignificar a la persona humana.

Pidamos a Santa María, madre de la sabiduría, que ayude a tener científicos que respeten las leyes de la creación.

Crodegango






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