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Ha culminado la etapa preparatoria de la nueva Constitución, que deberemos votar el 17 de diciembre próximo. A contar de ahora entramos en la etapa de discernimiento para que, conforme a la libertad de conciencia que tenemos los cristianos, reflexionemos y votemos responsablemente.
Nos podría ayudar, considerar una serie de criterios que permiten valorar el contenido de la nueva Constitución, a la luz de la enseñanza social de la Iglesia y de defensa de los principios que los cristianos estamos llamados a defender en la organización de la sociedad.
Primero: Debemos preguntarnos qué concepción de los derechos fundamentales contiene el proyecto. En nuestro caso, sólo podemos dar nuestra aprobación si la propuesta, en su conjunto, asegura derechos y libertades que respetan la dignidad de la persona humana. Como lo explica el Magisterio de la Iglesia, “la raíz de los derechos del hombre se debe buscar en la dignidad que pertenece a todo ser humano” (Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 27: AAS 58 (1966) 1047-1048; Catecismo de la Iglesia Católica, 1930). “Esta dignidad, connatural a la vida humana es igual en toda persona, se descubre y se comprende, ante todo, con la razón” (CDS n. 153).
Segundo: Debemos examinar si el texto alienta la consecución de fines sociales cuyo objeto no cumplen con la nota esencia que debe tener toda ley: ser una ordenación de la razón destinada al bien común.
No cumplen objetivamente con esa exigencia, las reglas que permiten y promueven el aborto, las que destruyen la familia, las que no aceptan que Dios ha creado hombre y mujer para alentar el desenfreno libertino del cuerpo, las que no reconocen el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos, las que no respetan el derecho de los cuerpos sociales intermedios a desarrollar adecuadamente las funciones que les competen, para asignarlas a un Estado que se estima omnipotente.
Tercero: Tenemos que examinar que las reglas contribuyen a establecer y hacer respetar siempre las normas de un orden justo. La aprobación de una Constitución es algo muy serio, puesto que ella fija el programa de vida de una nación, la forma como se ejerce el poder y los límites que tiene la autoridad en su actuación.
Pidamos al Espírito Santo que nos ayude a discernir rectamente, para actuar de manera coherente con nuestra fe en esta crucial etapa política en que nos encontramos.
Autor: Crodegango