|
Un elemento distintivo de la Iglesia Católica ha sido su continuidad histórica durante ya dos milenios. Como lo señala la Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II: “5. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura: «Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios» (Mc 1,15; cf. Mt 4,17)…”.
Los seguidores de Jesús en estos más de veinte siglos han sido millones y esto seguirá así, por un querer divino, hasta el fin de los tiempos.
Como lo indica el documento antes citado: “17. Como el Hijo fue enviado por el Padre, así también Él envió a los Apóstoles (cf. Jn 20,21) diciendo: «Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt 28,19- 20). Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Por eso hace suyas las palabras del Apóstol: «¡Ay de mí si no evangelizare!» (1 Co 9,16), y sigue incesantemente enviando evangelizadores, mientras no estén plenamente establecidas las Iglesias recién fundadas y ellas, a su vez, continúen la obra evangelizadora.”.
No hay nada más lejano en la Iglesia Católica que la mentalidad de “partido único”. En este caminar del Pueblo de Dios se han sucedido diversas formas de espiritualidad para vivir una misma fe.
Como lo explicaba en una catequesis San Juan Pablo II, “San Pablo utiliza la imagen del cuerpo para representar la Iglesia: «En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu» (1 Co 12, 13)”. “El Apóstol, con esas palabras, quiere poner de relieve la unidad y, al mismo tiempo, la multiplicidad que es propia de la Iglesia. «Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros» (Rm 12, 4-5). (Audiencia General, 20 de noviembre de 1991).
Lo anterior se cumple cabalmente en nuestra actual realidad. Basta abrir la página web de la Conferencia Episcopal de Chile para comprobar que la Iglesia cuenta con diversas manifestaciones para vivir la espiritualidad que nos reclama ser hijos de Dios. La fe es una, pero la forma de ser vivida por los bautizados puede ser diferente, según se trate de personas consagradas o de laicos.
Esta pluralidad se aprecia en la existencia de diferentes movimientos, grupos de oración, órdenes religiosas, institutos de vida religiosa, prelaturas personales, congregaciones religiosas… Detrás de cada una de esas realidades siempre hay una historia conmovedora de la fidelidad a la gracia de Dios, por personas que han recibido los diferentes carismas fundacionales para abrir caminos de santidad en los más diversos lugares y tiempos.
Es una evidente falta de inteligencia las actitudes sectarias que revelan no entender que en la Iglesia Católica cuenta con diversas formas de espiritualidad. No pierden vigencia en este punto las palabras del Cardenal de Lubac, cuando advertía, hace medio siglo, de nuestras tentaciones respecto de la Iglesia, señalando que: ¡Cuántas tentaciones nos asaltan respecto de esta Madre, a la que sólo debemos amar! Las hay violentas, pero claras. Las hay también oscuras, más insidiosas. Las hay de siempre; las hay más particulares de nuestro tiempo. Son muy diferentes, incluso opuestas entre ellas, de tal manera que nadie puede considerarse nunca libre de amenaza” (Meditación sobre la Iglesia, Madrid: Editorial Encuentro, 2008, p. 300).
La existencia de estas manifestaciones eclesiales son un gran tesoro, que han permitido mostrar una larga historia de la espiritualidad cristiana, que estará vigente hasta el fin de los tiempos. Muchas de ellas han desaparecido. Otras han disminuido considerablemente sus seguidores, pero lo que no se puede desconocer es la vitalidad de la Iglesia, que se va renovando por la intervención del Espíritu Santo para cada tiempo y lugar. Por lo anterior, es empobrecedor mirar nuestra fe con los ojos de que “todo tiempo pasado fue mejor”, atendido que el mandato “ir a predicar el Evangelio” fue formulado por Cristo en tiempo presente, para que lo cumplieran los hombres de todo tiempo.
¿Tengo conciencia de la diversidad de carismas que existen en la Iglesia Católica? ¿Busco descubrir algún camino espiritual, dentro de la variedad, para vivir mejor mi fe? ¿Emito comentarios críticos o tengo prejuicios en contra de algunos caminos de vivencia de la fe que existen en la Iglesia Católica? ¿Soy sectario, con mentalidad de partido único en materia espiritual?
Pidamos a Santa María que nos ayude a crecer en la fe, esperanza y caridad.
Crodegango