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Dentro de los anuncios del reciente del Mensaje presidencial del 1 de junio de 2024, se anticipó que en diciembre próximo se enviará un proyecto de ley para ampliar la actual regulación sobre el aborto y que se dará urgencia a la ley de eutanasia, en actual tramitación.
Conforme a lo señalado por la autoridad, la propuesta en materia de aborto se encaminará a “asegurar un derecho establecido en la ley, que la objeción de conciencia personal no obstaculice el aborto en tres causales y que la capacidad de pago no sean una barrera para que la atención sea oportuna”.
La propuesta de avanzar en estos temas no puede dejarnos indiferentes.
Conforme a las estadísticas del Ministerio de Salud la aplicación de la ley de aborto (vigente desde el 2018) a marzo de 2024, ha permitido practicar 5.063 abortos por las siguientes causales:
En lo que puede significar el “perfeccionamiento” de la objeción de conciencia, el proyecto buscará prohibir o restringir su invocación personal o institucional. A la fecha han ejercido esta prerrogativa de no practicar abortos por las tres causales los centros de salud de la Pontificia Universidad Católica de Chile, UC Christus Servicios Clínicos SpA., la Corporación Iglesia de los Adventistas del Séptimo Día y la Universidad de Los Andes. Lo anterior significa que en el resto de los establecimientos médicos en Chile se pueden practicar abortos, tal como se advierte por la elevada cifra antes indicada.
La invocación de los pretendidos derechos sexuales y reproductivos no pasa de ser una fórmula de evidente corte ideológico, que no puede responder honestamente las siguientes interrogantes: ¿Cómo se puede reclamar tener derechos para exterminar a otros? ¿Alguien en su sano juicio podría sostener qué existe el derecho a eliminar a inocentes que no se pueden defender?
En lo que respecta a la eutanasia, la urgencia significa dar celeridad a la tramitación del proyecto que ya fue aprobado en la Cámara de Diputados.
El anuncio presidencial anticipa un debate en el que no podemos estar ausentes, como queda a la vista en la primera y loable reacción de nuestro Arzobispo, don Fernando Chomali, que hizo presente inmediatamente, la falta de humanidad que significan estas iniciativas.
En el caso de la eutanasia, si el Senado aprueba la ley quedaremos asimilados al trato que se procura a las mascotas. Aunque suene duro, esta regulación hace que los seres humanos quedemos en la misma condición que los dueños de animales sufrientes que optan por darles una “muerte dulce o compasiva”.
Nadie puede oponerse a que se puede avanzar a una mejora en los cuidados paliativos de los enfermos, pero ello es muy diferente a lo que se aprobó en la Cámara de Diputados.
Recordemos que el Catecismo de la Iglesia Católica: “2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible”. “2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre (cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Iura et bona).
Pidamos a Dios que nos conceda la fortaleza e inteligencia, para oponernos como católicos coherentes a estas propuestas que no reconocen la dignidad de la persona humana.
Autor: Crodegango