"Unidos en Cristo para Evangelizar"
31 de Julio de 2024
Olimpiadas y vida espiritual
 


La preparación del atleta espiritual requiere contar con un plan de vida que permita mejorar las marcas, a través de diferentes encuentros frecuentes con Cristo...

Las olimpiadas o Juegos Olímpicos (JJ.OO) son el mayor evento deportivo internacional del mundo. En ellas compiten atletas prácticamente de todos los países existentes. En este evento se exhiben diversas disciplinas olímpicas: atletismo, baloncesto, triatlón, vela, voleibol…

Los atletas que participan se han sometido a una dura preparación, que dura años. Para llegar a los Juegos Olímpicos hay que someterse a un entrenamiento físico y mental riguroso. Se deben cumplir metas, lo que supone un espíritu de superación permanente.

El atleta no se prepara solo. Hay un equipo detrás de él, que tiene un entrenador a la cabeza. Lo acompañan equipos de profesionales médicos, psicólogos, nutricionistas, que cuidan este camino, para optimizar todos los aspectos que debe tener un atleta olímpico.

Un atleta de esta categoría entrena de 3 a 4 horas al día, 6 veces por semana… Se somete a una estricta dieta, se priva de muchas cosas para conseguir su objetivo.

Todo lo anterior se hace concienzudamente para que en un día preciso el atleta exhiba las destrezas logradas para conseguir el premio. En esa ocasión, si vence, se otorgan medallas de oro para el primer lugar, plata para el segundo y bronce para el tercero, una tradición que se inició en 1904.

Lo antes descrito debe servir para reflexionar si tenemos la misma consideración por nuestra vida espiritual, que debería estar sujeta a una verdadera disciplina de preparación olímpica, atendido lo que está en juego: la vida eterna.

La vida de todo cristiano la podemos ver como una carrera con muchos obstáculos, cuya meta es el cielo. En esta maratón las exigencias son abundantes y se deben ir superando día a día. Como se sabe, esto se consigue mediante la intervención del Espíritu Santo, que tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf Rm 6, 3-4) (Catecismo 1987).

Para esta tarea la Santa Iglesia Católica tiene un rol irremplazable. Ella ha recibido del mismo Cristo el encargo de facilitar todos los medios, puesto que Dios quiere que todos los hombres se salven.

La preparación del atleta espiritual requiere contar con un plan de vida que permita mejorar las marcas, a través de diferentes encuentros frecuentes con Cristo, especialmente a través de la oración, de la santa comunión de la confesión frecuente de los pecados.

Así como los atletas de las olimpiadas se someten a severas pruebas, nadie podría escandalizarse que un competidor que busca la santidad, haga penitencia. Cada uno la debe definir con su entrenador, para no cometer imprudencias o excesos innecesarios.

Es importante que la Iglesia recuerde a los participantes las reglas del juego, señalando que los caminos alternativos no son lícitos. Este recordatorio se encamina a advertir que el pecado mortal es lo que deja fuera de la carrera olímpica, puesto que, en su esencia, es una desobediencia a Dios y a su ley. El pecado mortal excluye a Dios de la vida del hombre y de la sociedad.

Tenemos que estar atentos a contar siempre con buenos entrenadores, que en la Iglesia son los sacerdotes.

No serán buenos entrenadores los que, por pura emotividad, no exijan a cada una la mejor de las marcas y rindan dando rienda suelta a un laxismo que termina por dejar fuera de competencia.

Los malos entrenadores son los que siguen algunas tendencias que favorecen la pérdida del sentido del pecado, viendo todo como actitudes exageradas o pasadas de moda. Son malos entrenadores los que no ven pecado en nada, los que para congraciarse niegan que existan penas eternas, que sería lo mismo que negar que al final de una carrera olímpica hay ganadores y perdedores. Sostener que todos triunfaran en los 100 metros planos es algo inconcebible.

Es un mal entrenador el que le resta cada vez más severidad al esfuerzo por corregir las conciencias erróneas y, suprime el deber de decir la verdad.

Pidamos a Santa María que nos ayude a luchar para llegar a la meta, que es el cielo.

Autor: Crodegango






Dirección: Avenida Vitacura #7401, Comuna de Vitacura Teléfonos: (+56 2) 2242 2401   Mail: parroquia@loscastanos.cl