"Unidos en Cristo para Evangelizar"
16 de Octubre de 2024
La veracidad como valor fundamental
 


La falta de veracidad es un problema muy serio, puesto que favorece el escepticismo, esto es, una forma de comportamiento humano donde todo se pone en duda.

La verdad algo necesario para el funcionamiento de todas las instituciones. Nada puede funcionar en base a mentiras.

La falta de veracidad es un problema muy serio, puesto que favorece el escepticismo, esto es, una forma de comportamiento humano donde todo se pone en duda.

La instalación del escepticismo lleva a que vivamos en una sociedad de incrédulos donde no se confía de nada ni de nadie. La persona escéptica tiene como norma de vida la desconfianza, puesto que no acepta que la verdad pueda existir. Son expresiones de esto no confiar en los políticos o autoridades bajo la discutible premisa que “todos mienten”. Los jóvenes no confían en los sacerdotes, dando por válida la injusta sentencia que “todos son pedófilos”. No confiamos en los empresarios, bajo la injusta máxima que “todos son explotadores y abusadores”.

La necesidad de recuperar la credibilidad es algo esencial, puesto que todo hombre puede ser conminado a hacer muchas cosas, incluso forzarlo a ello, pero a nadie lo pueden obligar a creer. Como lo explicaba San Agustín: “Nadie cree sino de libre voluntad”. Cuando un hombre cree en alguien es porque confía en lo que se le dice.

La credibilidad sólo alcanza cuando los seres humanos son educados intelectual y moralmente en términos que puedan para diferenciar los diversos planos de la realidad donde debe buscar la verdad, diferenciando que ella se da entre las personas, las cosas, la cultura y en el plano de la verdad religiosa.

La falta de credibilidad a la que hemos llegado hoy se da por la difusión de mentiras en esos planos de la realidad.

Muchos no le creen a Dios, al negar que existe y que es nuestro creador. Como lo explica el Catecismo, “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó" (Gn 1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: “está hecho a imagen de Dios” (I); en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material (II); es creado “hombre y mujer” (III); Dios lo estableció en la amistad con él (IV)” (CIC 355).

Tampoco se ajusta a la verdad sobre el hombre el racismo, la lucha de clases, el clasismo y las diferentes formas de esclavitud que ofrece la cultura contemporánea. Es una verdad para defender que todos somos hijos de Dios. Como lo explica el Catecismo: “360 Debido a la comunidad de origen, el género humano forma una unidad. Porque Dios "creó [...] de un solo principio, todo el linaje humano" (Hch 17,26; cf. Tb 8,6):

«Maravillosa visión que nos hace contemplar el género humano en la unidad de su origen en Dios [...]; en la unidad de su naturaleza, compuesta de igual modo en todos de un cuerpo material y de un alma espiritual; en la unidad de su fin inmediato y de su misión en el mundo; en la unidad de su morada: la tierra, cuyos bienes todos los hombres, por derecho natural, pueden usar para sostener y desarrollar la vida; en la unidad de su fin sobrenatural: Dios mismo a quien todos deben tender; en la unidad de los medios para alcanzar este fin; [...] en la unidad de su Redención realizada para todos por Cristo (Pío XII, Enc. Summi Pontificatus, 3; cf. Concilio Vaticano II, Nostra aetate, 1)”.

Tampoco se ajustan a la verdad propuestas culturales que exaltan lo inhumano, lo feo, lo decadente, la cultura de la muerte.

Los cristianos tenemos una visión de la cultura esencialmente optimista y que tiende a exaltar lo bello, puesto que todo ha sido creado por Dios. Por lo mismo, tenemos que estar atentos a luchar para no mentir, porque ello es dañino, puesto que induce a errores a otros, lesiona la convivencia con el prójimo, ocasiona daños y rompe el tejido de las relaciones sociales.

Pidamos a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida, nos dé la gracia que necesitamos para buscar siempre la verdad.

Autor: Crodegango






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