"Unidos en Cristo para Evangelizar"
31 de Diciembre de 2024
La virtud de la penitencia
 


No se trata en ningún caso de una suerte de oportunismo moral, de una pose interesada frente a terceros, puesto que a Dios nadie lo puede engañar.

La palabra penitencia en el cristianismo evoca dos sentidos: el sacramento de confesión y la virtud de la penitencia.

Conforme al Catecismo, el sacramento de la confesión es la declaración o manifestación de los pecados ante el sacerdote, para obtener de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, reconciliarse con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados (CIC 1422-1423).

En cambio, la virtud de la penitencia apunta, al dolor interno y aborrecimiento del pecado cometido, con el propósito de no pecar en adelante (Concilio de Trento, Dz 897, DS 1676).

Este arrepentimiento tiene gran importancia en la vida espiritual cristiana y se puede manifestar de muchas formas, tanto interior como exteriormente. Efectivamente existen formas no sacramentales de penitencia, que no reemplazan a la confesión sacramental, pero que sirven de ayuda espiritual al que las practica. Son manifestaciones clásicas, conforme a la Biblia, el ayuno, la oración y la limosna.

La necesidad de la practicar la virtud de la penitencia, como arrepentimiento, permite que podamos hacer propósitos efectivos de cambio en nuestra vida, para buscar una auténtica conversión. No se trata en ningún caso de una suerte de oportunismo moral, de una pose interesada frente a terceros, puesto que a Dios nadie lo puede engañar.

El querer hacer y tener conciencia de la necesidad de vivir la virtud de la penitencia es una señal de que no hemos caído en el grave pecado de la indiferencia religiosa.

El querer este arrepentimiento es un signo de vitalidad espiritual, que revela que nos duelen los pecados que hemos cometido y que queremos aprovechar lo que nos queda de vida en la tierra, para reparar las ofensas hechas a Dios.

Esta necesidad vital de arrepentimiento se expresa en el Salmo 1 con estas palabras:

1. Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
2 sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

3 Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

4 No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.

5 Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
6 porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

Es un hecho que el hombre moderno no se siente a si mismo como pecador, ni siente que el pecado sea una ofensa a Dios. Esto se explica, entre otras razones, porque ha tenido éxito la crítica sistemática formulada durante años a la Iglesia Católica por desplegar una “Pastoral del Miedo”, en la que se denunciaba que se amenazaba a la gente con ir al infierno.

La falta del sentido del pecado ha llevado a una gran insensibilidad colectiva, que permite presentar como si fueran correctos actos intrínsecamente malos. El avance del ateísmo, la infidelidad matrimonial extendida, la masificación de medios artificiales para evitar nacimientos, el aborto concebido como un derecho para eliminar a inocentes, la validación de conductas sexuales animalescas o contra natura, la eutanasia, la avaricia desatada, permiten que muchos caminen en público y del brazo con el pecado, sin ninguna conciencia de su gravedad.

Frente a lo anterior, los cristianos estamos llamados a vivir la virtud de la penitencia, para reparar las ofensas que se hacen a Dios. Sabiendo que somos pecadores, y que no somos mejor que el resto, no podemos dejar de recordar que el cristianismo invita a todos hombres a vivir en la más completa y elevada conciencia moral, para lograr el más alto desarrollo de la personalidad humana. Dios quiere que todos los hombres se salven, y la virtud de la penitencia es uno de los medios que tenemos para lograr lo anterior.

Aprovechemos este tiempo de Navidad para pedir a Dios las gracias necesarias para vivir la virtud de la penitencia.

Crodegango






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