"Unidos en Cristo para Evangelizar"
09 de Enero de 2025
Es que estoy de vacaciones.
 


Un tema que preocupa mucho a los padres, y que se acrecienta en el tiempo de vacaciones, es la forma como se pueden entretener, sanamente, los jóvenes.

La dificultad que tenemos hoy también la tuvieron los primeros cristianos, que debieron enfrentarse un mundo pagano donde la oferta de diversiones no se caracterizaba precisamente por su alto vuelo moral, ni por su humanidad. Como botón de muestra, recordemos el circo romano, en los que se ejecutaban actos de crueldad que son impensables para nuestra actual sensibilidad cristiana.

Los problemas actuales son otros, pero no menos acuciantes que los enfrentados por nuestros primeros hermanos en la fe.

Hoy nuestros jóvenes están inmersos en una oferta cultural en la que se rinde un culto a lo feo. Ello se aprecia en el predominio de lo vulgar en las letras de las canciones, la literatura, el cine, las series de TV pagada, etc. Esta exposición termina, tarde o temprano, por afectar la vida espiritual que priva, a cualquiera que se exponga a ello, de poder descubrir lo más hermoso que tenemos los seres humanos: a Dios, nuestro creador. El riesgo de ser atrapado por las expresiones culturales indebidas lleva a la pérdida de la sensibilidad para poder entender el contenido y la profundidad del mensaje cristianismo. Lo antes descrito demuestra que sigue vigente la observación de San Cipriano, cuando en una carta dirigida a Donato se queja de la corrupción de los espectáculos que fomentan lo obsceno y los vicios, porque al exponerse a ellos se “despierta los sentidos, enciende la pasión, vence hasta la más recia conciencia de un corazón bueno” (San Cipriano, A Donato, Madrid: Ciudad Nueva, 1991, p. 123).

También es un elemento del ocio actual el predominio del hedonismo. No es una exageración, pero muchos jóvenes son incapaces de hacer algo diferente a lo que les reporta placer sensual. Su nivel de esclavitud no les da margen para ver otras realidades. Esto se aprecia en conductas sistemáticas: trasnochan exageradamente y pueden dormir prácticamente todo el día. Si alguien les hace ver que eso es un ciclo vicioso, la respuesta automática es “es que estoy de vacaciones”. Lo anterior es una excusa que revela que están en una parálisis, que les impide hacer algún sacrificio que le signifique salir del vicioso esquema vital en que se han instalado. No se puede ocultar que durante la época estival muchos jóvenes sienten un “llamado de la selva” y se lanzan a diversiones frenéticas y conductas de pereza descaradas, como si ello fuese una exigencia de la que pende su vida.

Si buscamos explicaciones a esta situación, una que se presenta como evidente es que muchos jóvenes no han reflexionado, seriamente, sobre el sentido del tiempo.

En nuestra lengua el tiempo es la magnitud que permite medir la duración de las cosas y ordenar, en el pasado, presente o futuro, la sucesión de acontecimientos que se producen.

Para una persona juiciosa, con sensibilidad espiritual, sabe que debe actuar con prudencia y aprovechar bien el tiempo. Los seres humanos hemos sido creados por Dios, que nos ha concedido un tiempo para vivir esta vida, de la que nos pedirá cuenta. Con ese solo antecedente, cualquier hombre medio prudente jamás despilfarraría esta unidad de medida en actos ociosos o torpes, lejanos a lo que su Creador espera. Una persona que haya reflexionado un poco sobre su porvenir y el aprovechamiento del tiempo actuaría con prudencia y jamás perdería el tiempo en realizar actos infecundos culturalmente y moderaría sus diversiones a lo que es razonable de un hombre libre (no de un esclavo).

Digamos esto de otra forma. Existe un plan divino para cada uno de nosotros, que tiene considerado un tiempo de ejecución. Vencido el mismo, deberemos dar cuenta de ello. En esa fase, cuando se nos mida en la caridad con la que hemos actuado no servirá de mucho si nuestra vida ha sido infecunda decir: “es que yo estaba de vacaciones”.

Los que estamos a lado de jóvenes tenemos que facilitar que reflexionen sobre el sentido del tiempo. Los padres no tenemos que desesperarnos y siempre será mejor concebir a nuestros hogares como un hospital, no como un juzgado ni una cárcel.

Pidamos a Nuestra Madre del Cielo que nos ayude a ser instrumentos para que nuestros jóvenes aprovechen su tiempo, de cara a Dios.

Autor: Crodegango






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