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En la historia de la Iglesia Católica tienen mucha importancia los concilios.
Como se sabe, el Concilio es una asamblea de obispos que se reúnen con el objetivo de regular algún aspecto de la disciplina de la Iglesia o de la doctrina.
Este 2025 se conmemoran 1700 años de la celebración del Concilio de Nicea I, el primero de los 21º concilios ecuménicos que se han celebrado en los más de dos mil años de historia del cristianismo.
Este Concilio fue convocado por el emperador Constantino I (306-337) y se celebró en Nicea (Bitinia). Su relevancia histórica para nosotros está en haber elaborado una de las profesiones de fe más importante, el Credo de Nicea.
No se sabe con exactitud cuántos eran los cristianos en 325, pero no hay duda de que el Mensaje de Jesús ya se había extendido por todo el Imperio Romano y que su contenido estaba siendo desvirtuado.
En ese contexto, de plena expansión del cristianismo, es cuando surge la necesidad de convocar a este primer concilio, para atajar la grave disputa teológica que estaba ocasionando el arrianismo en el cristianismo.
El arrianismo surgió de las ideas elaboradas por un sacerdote de Alejandría, Arrio (256-336), que propagó la idea de que no hay tres personas en Dios sino una sola persona, el Padre. Según Arrio, el Hijo era una criatura, a la que le negaba su divinidad. Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su Plan.
Los Padres Conciliares respondieron a lo anterior con una profesión de fe o Credo en el que se afirmaba que nuestro Señor Jesucristo, “es el unigénito del Padre, esto es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho, en el cielo y en la tierra; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación del cielo, se encarnó se hizo hombre, padeció resucitó al tercer día subió a los cielos y volverá para juzgar a vivos y a muertos (…)”.
La relevancia que tiene el Concilio de Nicea I nos permite sopesar la singularidad que tiene nuestra fe, que nos lleva a profesar que creemos en un Dios, que es Uno y Trino. Toda nuestra vida está marcada por esto. Nos hacemos hijos de Dios cuando somos bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). Cuando rezamos seguimos profesando distintas fórmulas en la que confesamos creer en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu.
Como lo señala el Catecismo. “234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina”. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo" (DCG 47)”.
La Iglesia ha formulado la doctrina de la Fe sobre este misterio.
La consideración de esta efeméride podría servir para tomar conciencia que actualmente existe una suerte de arrianismo contemporáneo, que también intenta negar la divinidad de Cristo, pero de otra manera. La forma más radical de este negacionismo de la divinidad de Nuestro Señor es la indiferencia religiosa. Esto ha llevado a que abunden los sordociegos, esto es, personas que no oyen y que espiritualmente no ven la grandeza que tiene el misterio de la Santísima Trinidad.
Asimismo, debería alentarnos el buen ejemplo de estos primeros cristianos, que no eran indiferentes y estaban atentos a cuidar el depósito de la fe, para que ella no fuera alterada negando algo que le es esencial: la divinidad de Jesucristo.
Esa sensibilidad de los primeros siglos releva una actitud distinta a la que surge actualmente de la indiferencia religiosa, que se caracteriza por mirar con apatía los sucesos o no adopta, ni combate doctrina alguna especialmente, en materia religiosa.
Aprovechemos en este Año Santo de la Esperanza, para a acudir a la Santísima Trinidad y pedir gracias para ser fieles hijos de la Santa Madre Iglesia Católica.
Autor: Crodegango
Foto portada: Wikimedia Commons (Domino público)