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La alfabetización es un proceso social educativo muy desafiante. A través de él se enseña a alguien a leer y escribir.
Los medios para alfabetizar han cambiado mucho y seguirán cambiando, según los avances de la tecnología.
En nuestro país la tasa de alfabetización en 2022 fue del 97,16 %. Mirando el vaso medio lleno, este es un logro de la masificación del sistema escolar realizado en el siglo XXI que nos ha permitido alcanzar una buena tasa de alfabetización en la población.
¿Y qué pasa con la alfabetización en la vida espiritual? ¿Cuántos que se denominan católicos hoy no son capaces de comprender lo que leen, ni escribir textos breves en el campo de su fe?
Nadie puede poner en duda que Chile es un país con identidad cristiana. La religión ha jugado un papel relevante en nuestra historia patria, particularmente la católica.
Sin embargo, en el ámbito familiar nuestra alfabetización religiosa y espiritual ha decaído ostensiblemente.
Para nuestros antepasados la educación en la fe era algo más fácil de lograr. Nuestras familias eran socializadas en un conjunto de ideas que se entendía era razonable desplegar en toda nuestra vida de niño, adolescente, adulto y anciano. Existía en muchos un sentido de identidad cristiana que se apreciaba en todos los planos, partiendo por la constitución de la familia, el uso del lenguaje, las vestimentas, las conductas culturales, las formas de diversión, etc.
Claramente hoy estamos ante otra realidad, lo que supone un interesante desafío. Es una pérdida de tiempo y un pesimismo estéril pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que hoy tenemos en frente es lo que Dios ha permitido en nuestras vidas.
Este panorama nos demanda iniciar en nuestro entorno más cercano un proceso de alfabetización espiritual, que comience por lo que podría parecer evidente. Es un hecho que un joven de hoy no sabe en muchos casos ni siquiera rezar el padre nuestro.
Nuestros niños y jóvenes se deben desarrollar en un mundo donde abunda el desconocimiento sobre la religión, en particular el contenido básico de la fe que profesamos por gracia de Dios.
El desafío para los adultos es enseñar a los niños y jóvenes el camino de la fe, a través de un proceso de alfabetización espiritual.
Podría alentarnos, saber que en Chile se han dado grandes pasos educativos por iniciativa de padres preocupados. Un ejemplo notable fue el que inició Adrián Dufflocq Galdamez (1905-2003). Este chileno, contador de profesión, concibió el Silabario Hispanoamericano. Para los que no lo conocen, se trata de un manual que entrega a los niños las primeras luces sobre la lectura, a través de ilustraciones llenas de colores, conceptos y moralejas, para que jamás se olvide lo hermosa que puede ser la vida. En una nota de prensa sobre el aporte de este egregio educador cuenta que fue la intensa preocupaci6n por sus hijos, la que lo llevó a dejar todo por un ideal que logró traspasar el umbral de lo común, para convertirse en una extraordinaria historia de esfuerzo y superación, de quien es recordado como el hombre que hizo comprender el significado de las palabras a miles y miles de hispanoamericanos.
En la historia de la Iglesia no es primera vez que se deben utilizar técnicas de alfabetización para difundir la fe. Es memorable la invención del alfabeto cirílico por los santos Cirilo y Metodio, a finales del siglo IX y que permitió evangelizar entre los pueblos eslavos. Su influencia fue tal que hoy se les conoce como los “Apóstoles de los eslavos”.
Cada uno tendrá que pensar como prepara su silabario. Lo relevante es querer hacerlo, siguiendo el ejemplo de nuestros padres y abuelos. La idea es poner en práctica una obra de misericordia cristiana que es: enseñar al que no sabe.
Pidamos a Santa María, nuestra Madre del cielo, que nos de luces para alfabetizar en cristiano.
Autor: Crodegango