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Dentro de los temas más complejos en nuestra sociedad está el de la salud mental.
Diversos estudios dan cuenta que se trata de un problema a nivel mundial. Los sistemas de salud están sobrecargados y el acceso a atenciones médicas en este ámbito muchas veces son inaccesibles.
La enfermedad mental genera rechazo en muchos. El enfermo mental ha reemplazado al leproso de antaño, del que todos huyen. Muchas veces la gente se aparta de los locos por diversas razones, especialmente por temor a que el enfermo les cauce un daño.
En nuestra Parroquia varios tenemos experiencia en esto. Desde hace un tiempo nos visita en plena Misa de domingo un hombre que claramente no está mentalmente bien, el que con sus gritos intimida a todos. Su incomoda visita ha sido permitida por Dios para que nos conmovamos ante esta realidad dolorosa. Este cargante parroquiano nos sirve para hacer, en vivo y en directo, examen de conciencia y darnos cuenta lo que muchas veces nos cuesta aceptar a estas personas. Este inoportuno fiel es una invitación para preocuparnos por este tema, que hoy afecta a tantos y donde se requiere de nuestra oración y de nuestro cuidado.
Las enfermedades mentales abren espacio a un apostolado en muchos sitios, comenzando por nuestros entornos familiares y laborales. Los que padecen problemas de salud mental esperan gestos propios de los cristianos, especialmente actos de ternura, misericordia y compasión, que solo se logran si superamos nuestros propios miedos y reconociendo la dignidad de toda persona como hijos de Dios.
Conforme lo alerta el Ministerio de Salud, sentir tristeza, tensión, enojo, ansiedad o de mal humor pueden ser emociones normales, pero cuando estos sentimientos persisten durante largos períodos de tiempo, o comienzan a interferir con la vida diaria, pueden ser parte de un problema de salud mental. Las señales de estos problemas son ataques de ira o llanto, no empatizar con el entorno, trastornos de sueño, fobia social, ansiedad, trastornos alimenticios.
Dejando de lado las situaciones donde el problema mental se explica en una causa orgánica, hay muchos aspectos cotidianos que si se cuidan pueden ayudar preservar a la salud mental propia y la del resto.
De manera especial debemos preocuparnos por nuestros adolescentes y ancianos. En los adolescentes, esa época de cambios debe estar acompañada de particular atención para que lleguen a ser un adulto sano, física y espiritualmente. En esa etapa de “natural rebeldía” hay que buscar alternativas para mostrar que la vida no se agota sólo en las realidades físicas que producen placer sensible. Hay que buscar alternativas que les den sentido a sus vidas y abran un espacio a la vida espiritual, y descubran la conexión que existe entre la verdad y la libertad.
Muchos problemas mentales se vinculan a experiencias afectivas y sexuales. Este tema es particularmente delicado en nuestros jóvenes, que en plena etapa de desarrollo cerebral pueden cometer errores que terminen en situaciones críticas. Hoy, donde se proponen muchos patrones erróneos de conducta, nos obliga a ser diligentes y tomar las precauciones para cuidar la mente de tantos jóvenes. Lo primero es entregar la información adecuada, para que no tengan experiencias traumáticas que afecten su psiquis.
Por otro lado, la salud mental pasa muchas veces por vivir virtudes humanas que nos ayudan para toda la vida: laboriosidad, disciplina, tolerancia a la frustración, empatía, constancia, obediencia, flexibilidad mental, preocupación por el prójimo.
En el caso de los ancianos, nuestra compañía será el primer antídoto para cuidar su cabeza. Es una realidad dolorosa, pero la soledad es algo que afecta especialmente a nuestros mayores. Ojalá nunca lleguemos a esto, pero en Japón, que es uno de los países más envejecidos del mundo, se ha dado cuenta de un hecho terrible: algunos ancianos cometen delitos para ir a la cárcel y tener alguien con quien hablar.
Pidamos a Santa María que nos ayude a ser siempre buenos cristianos con nuestros hermanos.
Autor: Crodegango