"Unidos en Cristo para Evangelizar"
26 de Diciembre de 2024
¿Te interesa vivir el Año Jubilar?
 


El tema de este Jubileo 2025 es “Peregrinos de esperanza”. Para entender dicho objeto es preciso recordar qué significa para los cristianos la virtud de la esperanza.

El 24 de diciembre, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa del Jubileo de la Esperanza 2025 en Roma.

La existencia del jubileo consta en el Antiguo Testamento y su fin era establecer un tiempo especial para renovar la relación con Dios, con el prójimo y con toda la creación. El jubileo en la Iglesia comenzó celebrándose cada 100 años (Bonifacio VIII en 1300), luego cada 50 (Clemente VI, 1350) y finalmente se decidió que fuera cada 25 (1475) para que cada generación participara al menos en uno, cuando es ordinario. El último jubileo ordinario fue en 2000 para celebrar los dos milenios del nacimiento del Señor.

El tema de este Jubileo 2025 es “Peregrinos de esperanza”. Para entender dicho objeto es preciso recordar qué significa para los cristianos la virtud de la esperanza. Nos equivocamos profundamente si ponemos la esperanza en los bienes materiales, en la ciencia, en la ausencia de dolores, etc. Es una realidad que la influencia de un mundo secularizado, que reduce todo a lo inmediato, a lograr cosas o bienes materiales, puede deformar lo que es la esperanza cristiana.

Entre tantas posibilidades, explica con profundidad este tema el Papa Benedicto XVI, en la Encíclica Spe salvi (2007). Sin perjuicio del provecho que tendría para esta convocatoria poder volver a leer ese documento, recordemos un punto en el que se sintetiza la esencia de esta virtud:

"27. En este sentido, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo», «hasta el total cumplimiento» (cf. Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente «vida». Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza que hemos encontrado en el rito del Bautismo: de la fe se espera la «vida eterna», la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es sencillamente vida en toda su plenitud. Jesús que dijo de sí mismo que había venido para que nosotros tengamos la vida y la tengamos en plenitud, en abundancia (cf. Jn 10,10), nos explicó también qué significa «vida»: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17,3). La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces «vivimos»".

La esperanza cristiana significa que esperamos algo, que es algo diferente del deseo. En nuestra vida deseamos muchas cosas (un trabajo, una novia, un auto, que restablezcan internet, que termine un gobierno, etcétera). La esperanza cristiana es superior a un mero deseo, puesto que tiene como objeto a Dios. Eso explica que la esperanza suponga un esfuerzo, puesto que no hay esperanza de lo fácil; el camino para encontramos en el cielo con la Santísima Trinidad supone vivir la Fe y el Caridad, es el camino de la Cruz.

La felicidad la podemos alcanzar en muchas cosas, que normalmente son efímeras, ya que se acaban pronto o dejan de satisfacer nuestro deseo. Esto lo veremos pronto con los juguetes de los niños, que después de varios días de uso quedará tirado en el suelo y en el olvido.

En cambio, como los explica el Catecismo, “la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad” (CIC).

Aprovechemos el inicio del Año Jubilar para tomarnos seriamente la invitación a obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo.

Pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros para vivir este Año Jubilar plenamente.

Autor: Crodegango






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