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Este chileno ilustre nació en Viña del Mar el 22 de enero de 1901 y falleció de cáncer de páncreas el 18 de agosto de 1952. Huérfano de padre y en mala situación económica fue ayudado por sus parientes. Estudió derecho en la Universidad Católica; ingresó a la Compañía de Jesús; se ordenó sacerdote el 24 de agosto de 1933 y retornó a Chile en 1936, después de haber obtenido el grado de doctor en pedagogía, el 10 de octubre de 1935. Fue canonizado el 23 de octubre de 2005 por el papa Benedicto XVI. En su discurso a los peregrinos chilenos el pontífice recalcaba: “La vida del padre Hurtado invita a todos a la responsabilidad, pero especialmente a la santidad. Que san Alberto Hurtado interceda por todos, para que llevéis a vuestros hogares, comunidades eclesiales y ámbitos sociales, la luz que dio esplendor a su vida y gozo a su corazón”.
Su celo apostólico provenía de su intensa vida de oración. Basta examinar sus escritos para advertir que la misión apostólica la concebía como el fruto de una profunda unión con Dios, a través de la contemplación. A modo de ejemplo, en uno de sus escritos, Siempre en contacto con Dios, (Ediciones UC, 3ª ed. 2011, pp. 19-34) se lee:
- “El gran apóstol no es el activista, sino el que guarda en todo momento su vida bajo el impulso divino”.
- “Sería peligroso, sin embargo, bajo el pretexto de guardar el contacto con Dios, refugiarnos en una pereza soñolienta, en una quietud inactiva. Entra en el plan de Dios ser estrujados… La caridad nos urge de tal manera que no podemos rechazar el trabajo: consolar un triste, ayudar un pobre, un enfermo que visitar, un favor que agradecer, una conferencia que dar; dar un aviso, hacer una diligencia, escribir un artículo, organizar una obra; y todo esto añadido a los deberes cotidianos (…)”.
- “Para guardar el contacto con Dios, para mantenerse siempre bajo el impulso del Espíritu, para no construir sino según el deseo de Cristo, hay que imponer periódicamente restricciones a su programa de apostolado. La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. No se trata de la unión sensible, pero sí de la unión verdadera, la fidelidad, hasta en los detalles, al querer divino. El equilibrio de las vidas apostólicas sólo puede obtenerse en la oración. Los santos guardan el equilibrio perfecto entre una oración y una acción que se compenetran hasta no poder separarse, pero todos ellos se han impuesto horas, días, meses en que se entregan a la santa contemplación”.
- “Esta vida de oración ha de llevar, pues, al alma naturalmente a entregarse a Dios, al don completo de sí misma. Muchos pierden años y años en trampear a Dios. La mayor parte de los directores espirituales no insisten bastante en el don completo. Dejan al alma en ese trato mediocre con Dios: piden y ofrecen, prácticas piadosas, oraciones complicadas. Esto no basta a vaciar al alma de sí misma, eso no la llena, no le da sus dimensiones, no la inunda de Dios. No hay más que el amor total que dilate al alma a su propia medida. Es por el don de sí mismo que hay que comenzar, continuar, terminar. Hay que realizarlo de una vez, y rehacerlo hasta que sea como connatural. Entonces el alma se dará con gran paz, se dará a todo propósito de todo, sin reflexionar, como el heliotropo de vuelve naturalmente hacia el sol”.
De manera particular, el Padre Hurtado exhortaba a los jóvenes al seguimiento de Cristo, dejando claro que esto no se reduce a una labor de asistencia social. En una conferencia de 1941 sobre el porvenir de los jóvenes católicos señalaba: “cuando tengamos una juventud que viva plenamente su cristianismo, entonces podremos reformar la sociedad. Por eso no os canséis de predicar a todos los que se interesan por el bien de su Patria en el terreno social, político educacional, que todos esos esfuerzos serán bien pobres si no van animados del Espíritu de Cristo (…)”.
En otro documento, “La misión del apóstol”, indicaba con todo vigor:
“Las proyecciones del apostolado son inmensamente mayores si consideramos su perspectiva de eternidad. Las almas que se agitan y claman en plazas y calles tienen un destino eterno: Son trenes sin frenos disparados hacía la eternidad. De mí puede depender que esos trenes encuentren una vía preparada con el destino al cielo o que los deje correr por la pendiente cuyo término es el infierno ¿Podré permanecer inactivo cuando mi acción o inacción tiene un alcance eterno para tantas almas?” (Ediciones UC, 4ª ed. 2005, pp. 103-120).
Por último, las enseñanzas de San Alberto pueden ayudar hoy a discernir nuestro voto en las elecciones que se avecinan, considerando el siguiente criterio: “La doctrina social de un hombre es parte de su filosofía moral”.
Con ello buscaba denunciar a los que fomentan la contienda y hacen de la lucha un instrumento de reforma social, promoviendo el odio de clases. Y también, a los que se cruzan de brazos y se desinteresan del bien común, del progreso social, del bienestar de sus hermanos y promueven una “filosofía abstencionista” (“Humanismo Social”, vol. 2).
Como lo hemos explicado, contamos con dos intercesores poderosos para las tareas apostólicas: Santa Teresa de los Andes y San Alberto Hurtado. Sus fiestas deben pasar a formar parte de nuestras celebraciones en grande. La de Santa Teresa, el 13 de Julio. La de San Alberto Hurtado, el 18 de agosto.
Como lo recomendaba el Papa Benedicto XVI a los peregrinos que fueron a la canonización de San Alberto Hurtado: “Os encomiendo a todos a la intercesión de estos nuevos santos, para que cada uno de vosotros lleve en el corazón un destello de la santidad de Dios y lo refleje en todas las circunstancias de la vida”.
Crodegango