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Esto significa, entre otros aspectos prácticos, validar programas educativos estatales que abarcan temas sensibles como la orientación sexual, identidad de género, incentivar el comportamiento sexual infantil y adolescente, etc.
Quedó pendiente de discusión la idea de imponer al Estado el deber de asegurar este derecho, mediante la implementación de una política única, de carácter laico, que desde la primera infancia aborde todos estos asuntos.
Esta propuesta, junto con la del aborto libre, introduce otro punto de fricción entre la antropología cristiana y la visión de la sexualidad que propugnan algunas de las ideologías agnósticas y ateas que inspiran este radical cambio cultural.
Para entender la raíz de este asunto, lo primero es advertir que esta propuesta parte de la base que existe una relación entre represión política y represión sexual. En esta lógica, la emancipación de todas las inhibiciones sexuales, mediante la liberación político-sexual-cultural, es un objetivo intransable. Liberación sexual es equivalente a liberación política. Cualquiera que pretenda dar directrices en esta materia debe ser considerado un agente tiránico al que no es admisible tolerar. La consigna que aplica a esta ideología es evidente: “prohibido prohibir”.
Este movimiento, que hoy busca amparo constitucional en nuestro país, surge en la década del sesenta del siglo pasado y se basa en una interpretación político-sexual de la cultura y de todas sus instituciones. No debe extrañar (pero sí preocuparnos) que se busque que el Estado laico se haga cargo del tema a través de la educación de niños y jóvenes. Al mismo tiempo, para esta visión totalitaria es coherente que se niegue a los padres el derecho preferente a educar a sus hijos. Por lo mismo, no puede extrañar que muchas organizaciones de la “disidencia sexual” estén expectantes para entrar a “colaborar” con el Estado laico a educar a nuestros niños y juventud y poner en ejecución el “prohibido prohibir”, si se llega a aprobar un cambio tan radical en la regulación constitucional.
No hay que ser muy astuto para entender que una visión del hombre que reduce todo a la sexualidad desestime el rol que cumple toda religión, especialmente el cristianismo. Si termina por imponerse el derecho a “la educación sexual integral”, la visión sustentada en la antropología cristiana querrá ser reemplazada por la que decidan los alfiles de la ideología de género, que desembozadamente está detrás de todo esto.
Tenemos el derecho a que se nos deje educar a nuestros niños y jóvenes en lo que la Doctrina de la Iglesia nos ha legado desde antaño. Como se sabe, el cristianismo tiene una visión positiva de la sexualidad. En ella el hombre y la mujer, al formar una familia, colaboran con el Creador en el misterio maravilloso de la procreación de la vida humana. Este sentido positivo de la sexualidad, en ningún caso, se permite el uso arbitrario de estos dones. Cada hombre y cada mujer debe ejercer su sexualidad con responsabilidad, lejos de toda bestialidad o aberración.
El problema al que hoy nos vemos enfrentados no es nuevo. La Iglesia de los Apóstoles se encontró con el mundo greco-romano, donde imperaban conductas sexuales similares a las que la propuesta de norma constitucional que comentamos nos quiere devolver. Fue la novedad del Evangelio lo que permitió liberar a muchos de las degradaciones a que queda expuesto todo ser humano cuando se deja guiar por sus instintos básicos, que se ven favorecidos en ambientes de decadencia cultural, que pretende suprimir normas morales, para fomentar el uso del cuerpo humano de una manera deshumanizada y esclavizante.
Es evidente el empeño que ponen algunos para avanzar a una organización cultural que sea funcional a la dictadura del relativismo. Por tal motivo, no podemos caer en el engaño y validar lo que es objetivamente incorrecto. Para no desorientarnos conviene recordar la sana doctrina que consta, entre otras fuentes, en las palabras de san Pablo en la Carta a los Romanos, cuando señala:
21 en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. 22 Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles. 24 Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus propios cuerpos, 25 ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador, que es bendito eternamente. Amén. 26 Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. 27 Del mismo modo, los hombres, dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. 28 Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. 29 Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. 30 Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, 31 insensatos, desleales, insensibles, despiadados. 32 Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no solo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen.
No puede hacernos dudar en esta materia el mal ejemplo de algunos cristianos que, por su deficiente formación o derechamente por complejo de inferioridad, no están dispuestos a defender el contenido de nuestra fe. El pretendido derecho a la “educación sexual integral” es un nuevo intento por erradicar la moral cristiana, que tenemos que defender con la fortaleza y esperanza que la Gracia le da a todo cristiano.
Sigamos en una profunda oración, pidiendo a Dios que no permita que se consume esta grave amenaza que se cierne sobre nuestro país, especialmente para nuestros niños y adolescentes.
Crodegango